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Abrázame

Abrázame a pesar del tiempo, las urgencias y los abandonos.
Abrázame contra los desengaños que petrifican el alma y
los sueños reventados por los infames asesinos de la esperanza.

Abrázame para mitigar el dolor de estas alas viejas que,
pesadas como culpas, ya no alcanzan a desplegarse.

Abrázame para dejar de llorar por los besos que no di,
por los te quiero que no salieron de mi boca cobarde,
por los adioses obligados que agujerearon mis entrañas.

Abrázame para librarme de porvenir incierto y el silencio forzado,
de los recuerdos traidores y las ausencias obstinadas,
de los sueños que agonizan y la parálisis del desamparo.

Abrázame para espantar la eterna duda y los presagios leves,
la imploración temerosa y la rutina homicida.

Abrázame para conjurar la nada emboscada detrás de tus canas,
la que anida en mi vientre seco y mis arrugas tenaces;
para luchar contra la existencia fugaz, las verdades eternas
y las mañanas limpias de culpa de los necios.

Abrázame con tus brazos cansados y tus fuerzas menguantes,
con tu sexo dulce que no entiende de urgencias ni argucias,
solo de inocente asombro, de gemidos lentos,
de gozo compartido reinventado a cada instante.

Porque, mientras estemos así: cuerpo con cuerpo;
tu, invulnerable, rozando mi piel; yo, eterna, rozando la tuya
la muerte seguirá siendo apenas un destello
proyectado desde un futuro muy lejano.

Fotografía: Andrés Ramírez
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