fbpx

Amar de lejos…

¿Cuánto espacio cabe entre dos cuerpos? ¿Hasta dónde puede estirarse el amor sin partirse por la mitad? Hagamos la cuenta…

Si reducimos a números el amor, puedes tener dados 2.581 te quiero, que sabes que los que faltan por dar son, al menos, múltiplo de 1.000.000; puedes inventar 12.000 fórmulas para sacarle dos cuerpos de ventaja al tiempo y llegar antes al encuentro, después si es a la despedida. Almacenar un número indecente de momentos que aguardan su turno. Perder la cuenta al llegar a 1.000 de cuántas formas has aprendido a conjugar el verbo “tu y yo”

Y luego está la distancia. 937.

Saber que entre los dos sumáis 42 lunares y que las tardes de otoño puedes repasarlos 27 veces por segundo, uniéndolos con una línea imaginaria como quien cuenta estrellas en la vía láctea.

Y luego está la distancia. 428.

Que 24 es el número de horas que caben en tus ganas, que 1 tarde de estas te lías la manta a la cabeza y te lo juegas todo a un siempre. Que las 12 de la noche son el momento del día en que tu cuerpo maldice el vacío que tiene el relieve de su cuerpo. Pero que valdrían el 6, el 7, el 8, el 9…., el día entero para ser exactos. Sin decimales.

Que al sofá le sobran 87 centímetros y a la cama algunos más, cuando estiras la mano y el deseo y ni una ni otro encuentran calor del que aviva ocupando el espacio que te circunda la piel.

Y luego está la distancia. 159.

Si reducimos a números el amor, puedes tener la certeza de que podrías cruzarte con 12 millones de personas, que sólo esa es capaz de marcar una X justo en el lugar preciso.

A pesar de la (maldita) distancia.

Alguien a quien le tengo mucho cariño me enseñó que los números primos son infinitos… Así que prueba a reducir ese amor a números,  si son primos la distancia poco restará, poco dividirá…. Hazlo por la cuenta de la vieja, y al resultado súmale su piel.

Yo no sé tú, pero a mí las cuentas me salen claras.

Un amor con hojas de calendario. Con postdatas en los márgenes con el último te quiero.

Que te da la vida y te mantiene en stand by girando sin parar. Que se sirve de paladines a tiempo completo: un teléfono, una paloma mensajera, cartas con lacre dorado; y señales de humo a medida que el corazón se quema vivo… Un amor suspendido entre las manecillas de un reloj que no suena tic tac sino Te-tengo, te-espero, Te-tengo, te-espero. Te-tengo, te-espero. 

Amar de lejos.

Que es amar ciegas a veces; y cada despedida, cada adiós de hoja afilada te deja a oscuras y tienes que acostumbrar los ojos a la penumbra para no caerte de bruces tropezando con las esquinas de la ausencia.

Y puede que más de la mitad del tiempo te sientas la mitad de ti. Pero más allá de las aristas puntiagudas de la nostalgia, en el momento en que emprendes la marcha con el abrazo caliente todavía y un último beso, el del ansia de retener, bajando por la garganta y empujando el nudo de la impotencia, ya vas repasando cada detalle para hacerlo indeleble en tu memoria sabiendo, que “de lejos”, los sacarás de su cajita cada noche y los pondrás junto a la cama,… luz que vela tus sueños, que impulsa las mañanas para que llegue mañana, ese del encuentro, el del primer beso, el del ansia del reencuentro, bajando por la garganta y empujando el nudo de la emoción.

Hay quien no lo soporta y se pone trampas en las que caer (in)voluntariamente, con un convencimiento impostado. Cualquier excusa es buena. Cualquier lugar es bueno. Huir de la distancia poniendo tierra de por medio, incoherencia pura y dura. Alguien debería decirles que el olvido no se mide en la tierra que pones de por medio, ni en el tiempo que descuentas haciendo rayas en la pared como los presos. La unidad de medida del olvido son los cuerpos que pasan por tu cama o, con suerte, por tu vida. Y lo peor, … hay veces que cuantos más cuerpos de distancia pongas más te muerde el recuerdo…

Seguir leyendo…

BUSCAR