Trompeta, saxo, voz… parece casi una conjunción astral que alguien pueda dominar con tanto y tan alto nivel esos tres instrumentos. Si además lo hace ya desde los catorce años profesionalmente y con la mirada en grandes como Miles Davis, Billie Holiday o Art Pepper, la combinación resulta sorprendentemente mágica. Y magia es lo que se genera en el aire cuando Andrea Motis empieza a cantar.
Basta cerrar los ojos y dejarse llevar por la curvatura de su vibrato. Cuesta imaginar cómo una joven de veinte años lleva ya seis discos a sus espaldas y se ha tuteado con los grandes standards atemporales del jazz, vocales e instrumentales, y todo ello sin perder la humildad que concede ese punto entrañable de timidez que descubres cuando te encuentras con ella fuera del escenario.
De ojos intensos y negros contrastando con su tez blanca, en esa simetría de contrastes que Andrea encierra. Prudente y disciplinada. Tímida pero segura. Un cuerpo menudo que alberga una personalidad inmensa y profunda. Una voz madura y negra en una piel joven y pálida. Y esa sonrisa afable que rubrica una artista gigante.
Acudí a fotografiarla en uno de sus muchísimos ensayos. El talento no está excento de un arduo y constante trabajo. Y luego a su casa, guarida, estudio y refugio. Un lugar como ella, minimal y lleno de luz, práctico y acogedor. Conquistado en cada rincón por el aroma de la música.
Ninguna foto podría hacerle justicia a su talento. Las fotos, éstas o cualesquiera, quedarán. Pero ella volará.
Volará muy alto.
Es Mujer. Es saxofonista. Es trompetista. Es intérprete. Crea.
#mujeresquecrean
Twitter: @GrelaBravo
www.articularte.com