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El cuento de la mujer Cherokee

 “Creo que el enfoque Cherokee de la vida es que seamos capaces de avanzar continuamente con ánimo sin centrarnos en lo negativo de la vida y en la negatividad que podamos ver a nuestro alrededor, sino en lo positivo, en intentar contemplar todo el panorama en su extensión para seguir avanzando.”

Wilma Mankiller, primera jefa de la nación Cherokee.

 

Érase una vez…

una mujer Cherokee que tuvo un sueño mientras encendía una hoguera, era una mujer joven y bella. Todos en la tribu adoraban su belleza, una piel suave adornada con pétalos de colores, largo cabello negro y ojos turquesa como la superficie de un océano tropical al atardecer.

La mujer Cherokee solo tenía miedo de una cosa, de la vejez, de ver cómo se arrugaría su rostro, y se platearía su cabello. Ella solo tenía su Belleza y si la perdía…¿entonces qué?

Su Belleza le abría puertas, era gracias a ella que había conquistado el corazón del guerrero más fuerte de la tribu, su Belleza era un gran don…hasta que un día encendió una hoguera y tuvo un sueño.

Lo único que nunca cambia es que todo cambia.

Sintió esta frase dibujada en las llamas, encendidas por el viento de la noche, mientras algún que otro lobo aullaba. Le había llegado como un susurro, como el que apaga una vela tambaleante.

Algo dentro se le congeló. Miró a su alrededor pero no había nadie, solo su caballo blanco durmiendo bajo las estrellas, estaba sola en la noche más larga del mundo. ¿Dónde estaban todos los que adoraban su Belleza ahora?

Gritó, pero la noche parecía haber vaciado la tribu por completo y le devolvía el grito con un golpe de viento. Los tipis descansaban silenciosos y triangulares recortando el horizonte como montañas nevadas.

Algún día ella también sería anciana, su Belleza ahora tan adorada, desaparecería. Sintió que sin su Belleza no valdría nada como mujer.

Entonces, una anciana, una de las más arrugadas de la tribu, apareció entre las llamas. Un rostro digno y reluciente, con una Belleza extraña, caminaba algo encorvada y con una gran sonrisa.

-¿Qué pasa niña?

-Estoy muy triste, hoy me he dado cuenta, por primera vez, mientras miraba el fuego que un día también seré una anciana, que perderé mi Belleza, no seré nadie, no valdré nada, a nadie le importaré, estaré sola y vieja.

-Te equivocas niña. Fijate en los árboles, cientos de años después de ser una semilla, después de haber vivido mil tormentas y pasado por cientos de estaciones se mantienen firmes con sus ramas mirando al cielo, fíjate en los ríos, cómo corren sus aguas que siempre están igual de claras y transparentes, fíjate en los lobos cómo cuidan de su manada al hacerse mayores y dirigen a los mas pequeños.

Ellos no se preguntan por el mañana, ¿lo ves?

Todos tenemos una función en nuestra tribu niña, tú también la tienes, aunque aún no la hayas descubierto, por supuesto que eres muy bella, pero esa no es tu función.

Si cultivas la Belleza que llevas dentro, ésta se hará cada vez más grande a medida que pase el tiempo.

Entonces, celebrarás cada día vivido, cada arruga, cada nueva experiencia que te hace ser única.

-Dentro no hay nada, solo existe lo de fuera, es por mi Belleza por lo que me quieren y desaparecerá.

-Eso es lo que parece niña, tú espera, sé paciente, que para eso está el tiempo, para que te arrugue de sonrisas y tristeza, para que te enamores y desenamores, para que veas el mundo y subas una montaña.

Vive cada día hoy, vive tu belleza física, hónrala y cuídala,  pero acepta que habrá un mañana.La Belleza más importante no es la de afuera. ¡Ya lo verás!.

Haz caso al fuego. El fuego es sabio, sus llamas arden en el viento y beben agua.

La mujer Cherokee no entendía nada. Estaba enojada con la anciana por contarle todas esas tonterías. ¿Dentro? ¿dentro, de qué?

En su interior solo había un corazón fuerte bombeando y sangre roja encendida. Lo único que quería de la anciana es que le dijera alguna fórmula para no envejecer. Alguna manera de evitar que su piel se arrugase, que sus huesos empezaran a fallarle, que su pelo negro se tornará blanco…agún brevaje, alguna planta milagorsa que revirtiera el proceso.

Al principio, la mujer Cherokee buscó y buscó. Buscó en los bosques, preguntó a los hombres más sabios que vivían más allá de las montañas, trató de encontrar a alguna mujer que hubiera conseguido permanecer joven…

No cesó en su búsqueda. Las mujeres Cherokee son fuertes y persistentes. Nunca abandonan en su empeño por conseguir algo.

Así, la mujer Cherokee fue viviendo su vida, vió como los que antes eran niños se hacían mayores, cómo crecía un niño en su interior, un niño que sería un gran guerrero.

Con el pasar de los años amó a muchos y a muchas,  y también muchos la amaron, sin embargo a medida que iban apareciendo arrugas en su rostro ese, amor no disminuía sino que iba en aumento, un amor que siempre había estado en su interior y que había tardado tanto tiempo en encontrar.

Sintió el calor de cada uno de sus amigos en las llamas del fuego, un fuego que seguía ardiendo con fuerza,  y que le recordaba una lección tiempo atrás olvidada.

Entonces, un día vio a una de las mujeres más hermosas de su tribu, tendría la edad que ella tuvo años atrás, también estaba frente al fuego mirando su pequeña hoguera con una gran tristeza. La mujer Cherokee sonrío, se acercó a las llamas y susurró…

Lo único que nunca cambia es que todo cambia.

 

 

 

 

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