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En noches de vigilia

Fotografía de Amanda Kempthorne

 

En noches de vigilia, es cuando las letras surgen como las amapolas en primavera, que por algún conjuro imposible de descifrar, se tornan sonrisas con sabor a pastel de cumpleaños, uniéndose en un punto concéntrico, donde el aire que se llevó tus recuerdos, ya no podrá cruzar este umbral.

Quisiera quedarme atrapada en los lugares que nunca recorrí contigo, donde todavía no estabas presente, donde permanecías al pie de la montaña con tu gran equipaje de silencio y soledad.

¿Para qué regresas si yo ya no te espero?… ¿Por qué desperdicias tu vida si ya pasé la página?… La inercia de tu obsesión te encierra en tu cárcel de códigos binarios e insomnios dependientes, mientras la lluvia dispersa los sonidos y deshace las letras arrugadas en tu imaginación.

No hay marcha atrás, ni salida de emergencia. No quedan rastros en mi memoria que me permitan incorporarte a mi vida, al contrario, ella se ha encargado de expulsarte como si de un virus se tratase y no te puedes imaginar lo importante que fue descubrir aquella nueva mirada.

Sé muy bien lo que quiero, continuar en este acogedor andén, donde al bajarme del tren, dejé en mi asiento los complejos, para que siguieran solos a otra parte, para que se perdieran de mi vista como el paisaje zigzagueante, de la ventanilla.

Como un iceberg en el abismo vas perdiéndote en la niebla, ahora me toca cerrar la puerta, bajar las escaleras y decirte que no soy la misma que conociste, porque el tiempo se encargó de limpiar las calles donde caminaban mis preguntas, donde transitaban tus dudas, donde la rutina exhalaba el último aliento de esperanza.

Alcé mi copa de cristal repleta de lágrimas y la estampé contra tu frente, contra aquel hormigón de indiferencia con el que solías someterme al más puro ostracismo, para asegurarme con tu mueca de ironía, que nadie sería capaz de descifrar mi singular locura, porque únicamente tú tenías el manual de instrucciones para acompasar el tic tac de mi existencia. Luego me dije a mi misma: “Je pense qu’il est temps que le monde ne juge pas les gens, à cause de la personne que le hasard voulait leur faire aimer. L’amour ne discrimine jamais, bien que les préjugés toujours le fassent.”

En noches de vigilia, doblo los folios en blanco y los lanzo como aviones por las ventanas de la ciudad, donde saltan Los Niños Perdidos, El Barco de Ulises, El Viejo Avaro o Madame Bovary… Quizás reboten en el cielo y luego se cuelen por las chimeneas de las miles de viviendas, que pueblan esta ciudad durmiente, mientras tanto voy recogiendo mis cosas y vaciando este apartamento, sin dejar rastro ni rostros que escudriñen la fotografía en blanco y negro de nuestra despedida.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

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