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MADUREZ

La luz apuñaló
los trozos de mi niñez cautiva,
cuando la verdad se quitó
el disfraz de la fantasía.

El error pensó en volver
a la cubierta de un barco sin timonel,
pero la astucia devoro la intriga
de encontrarse
con la misma piedra inofensiva.

La salvación se sumergió
en el océano de la resignación,
con la ilusión de devolverle
a una estrella marina,
la perla del tesoro
de la verdad de su alquimia.

Los años entorpecieron las calumnias
de estupefactos viajeros
de retórica ignorancia
y de conciencia inmunda.

Hoy somos seres sin fundamento
que abogan en el juicio de lo moral,
angustiados por devolver lo esencial
del único momento que atorado,
se ha quedado colgado,
sin pedir consentimiento
a un carrusel silencioso
e inamovible en el tiempo.

 

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