fbpx

Criando en la igualdad

-Me has decepcionado, mamá… – esas palabras retumbaban todavía en mi cabeza, una y otra vez, martirizándome.

Y lo peor de todo es que, en realidad, incluso me estaba decepcionando a mí misma, porque estaba comportándome de forma un tanto incongruente y me daba cuenta de que estaba haciendo algo de lo que siempre intentaba huir.

El desencadenante fue algo muy simple, sin pretensiones, de la forma más inocente. Una tarde haciendo manualidades, me enteré de un proyecto solidario en el que había que hacer marcapáginas para niños enfermos de un hospital; me pareció una maravillosa iniciativa y me puse manos a la obra. Aprovechando viejos papeles que tenía por casa, hice algunos, de diferentes estilos porque imaginaba que habría niños de distintas edades. Todo iba bien hasta que ella se asomó a ver mi trabajo. Le pedí su opinión. En ese momento iba a hacer uno “para niña” con un estampado rosa.

-¿De verdad, mamá? ¿vas a hacer un marca-páginas para niño y otro para niña? Me siento indignada.

Yo misma me sentí mal cuando ella me lo echó en cara. Pero es que los papeles eran así… uno con fondo azul y la palabra “boy” escrita en varios lugares y otro con fondo rosa y la palabra “girl”. Y yo que siempre había procurado alejarme de todo lo que se interpretase  como azul-niño y rosa-niña. Que a mi hija cuando era pequeña la vestía con tonos naranjas y verdes, huyendo del rosa. Que no me importaba que jugase con coches y que quiso pintar su habitación de azul porque era su color favorito.

Y unos simples papeles estampados fueron como una bofetada en la cara o un puñetazo en la boca del estómago.

Intenté criar a mi hija en un mundo de igualdad y resulta que soy yo la que hago distinciones y me dejo llevar por absurdos clichés. Pero, a veces esos clichés y los micromachismos están tan arraigados en la sociedad, que ya ni los percibimos como tales.

Así que me quedé triste y pensativa. La idea de decepcionar a mi hija me dejó un tanto descolocada. Pero, al mismo tiempo, me sentí muy orgullosa. Orgullosa porque me di cuenta de que, realmente, la estaba educando bien. Que los valores que había intentado inculcarle no habían caído en saco roto. Y a pesar de que en ese momento yo no era precisamente un buen ejemplo, comprobé que ese mundo de igualdad en el que yo quería que ella viviese, para ella ya era así. Era eso lo normal. No hay niños y niñas, hombres y mujeres… hay personas.

Tiré los papeles de niño y niña y comencé un nuevo marcapáginas con estampado de notas musicales. Al fin y al cabo, la música es universal, y no entiende de géneros.

Y sonreí pensando para mis adentros que lo estaba haciendo bien, que mi hija era una buena persona.

BUSCAR