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El reto es ser una misma

En una sociedad patriarcal en la que se exaltan los valores masculinos o egocéntricos y se desvalorizan los valores femeninos o transpersonales existe una herida colectiva y también una herida psicológica, tanto en hombres como en mujeres. En lo colectivo vemos esta herida cada día en las noticias:

Violencia de género, guerras, terrorismo, cambio climático, ausencia de work life balance, empresas orientadas a resultados sin tener en cuenta la sostenibilidad del planeta.

Por eso, la desvalorización de los valores femeninos nos afecta a todos, no tiene nada que ver con el feminismo. La necesidad de valorar lo femenino es cada vez más urgente para lograr avanzar como humanidad. Es cierto que lo femenino es la esencia que nos caracteriza a todas nosotras, es nuestra capacidad de crear vida, de proteger, de cuidar, de colaborar, de apoyar, de sostener: en definitiva es nuestra capacidad de poner el amor en movimiento.

Todos necesitamos sentir, ver y oír este amor en movimiento para generar conciencia y crear un mundo mejor.

Este es nuestro poder y ésta es nuestra gran misión.

Sin embargo, primero necesitamos sanar en nosotras mismas la herida que sentimos cuando nos desprendemos de nuestros valores femeninos para encontrar valoración en el entorno laboral o cuando se nos empuja a cumplir unas expectativas sociales que no resuenan para nada con nosotras mismas, acatando unos roles estereotipados que nada tienen que ver con nuestra verdadera identidad o nuestra esencia.

Sanar el sentimiento de culpa cuando no logramos conciliar la vida laboral con la familiar. Cuando nos desprendemos de nuestra intuición por considerarla inferior a la razón o al apartar nuestro mundo emocional porque consideramos que mostrar nuestra sensibilidad es sinónimo de debilidad.

Sentimos la herida en los momentos que dejamos de prestar atención a las señales que nos envía nuestro templo, que es nuestro cuerpo, porque eso implicaría  frenar el ritmo o cuando nuestro pensamiento, basado en un sistema de creencias limitantes, nos sabotea diciéndonos que podemos hacer mucho más de lo que hacemos y mejor buscando esa perfección inalcanzable, en lugar de la realización.

Vivimos de pleno esta herida cuando nuestra opinión no encuentra el eco que necesita para liderar en un mundo masculinizado o cuando nuestra voz se vuelve muda por la necesidad de encajar.

Muchas nos estamos dando cuenta que el mito del héroe tal y como lo define la sociedad patriarcal ya no nos sirve: La búsqueda constante de títulos, logros, riqueza o fama  puede llegar a ser una búsqueda equivocada si persiguiendo ese “éxito” desconectamos de nosotras mismas abandonando nuestra verdadera esencia, nuestras relaciones o nuestra salud.

Esa búsqueda constante de alcanzar metas externas, sostenida en el tiempo, nos puede llevar a una desconexión profunda de nosotras mismas, de nuestras verdaderas inquietudes y valores e incluso a un desequilibrio psíquico y a un estrés crónico.

Cuando nos damos cuenta que perseguir el “éxito” tal y como lo define la sociedad patriarcal, nos aparta de nosotras mismas y de lo que consideramos más valioso, de esa sensibilidad, esa creatividad, esa intuición que tanto nos caracteriza, nos  preguntamos con ansiedad:

¿De qué sirve todo esto?

Entonces el vacío por la desconexión de nuestra esencia y de nuestro verdadero propósito y la sensación de sentirnos atrapadas ya que, si nos planteamos salir del sistema, perderíamos la sensación de “pertenencia” sumado a la presión por conseguir metas nos puede precipitar a una crisis existencial o la crisis puede llegar vestida de ruptura, enfermedad o despido. En definitiva, una situación cuyo impacto emocional nos acaba apartando del mundo patriarcal para que volvamos a conectar con nosotras para integrar esos pedazos olvidados de nosotras mismas  y a reconstruir nuestro mundo en función de nuestra verdadera esencia.

Esta crisis puede ser un despertar si se le da un sentido más amplio, si decidimos iniciar un camino de autoconocimiento para convertir esta crisis en una oportunidad para conocernos mejor a nosotras mismas y transformamos nuestro mundo interior, es decir, liberamos bloqueos emocionales y patrones heredados, revisamos nuestro sistema de creencias, conectamos con nuestros propios valores e integramos nuestra identidad para encontrar nuestro propósito de vida o el para qué, enfocado a contribuir a nuestro colectivo.

“Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia adentro despierta”

Carl Gustav Jung

Cuando el proceso de búsqueda y transformación interior finaliza, la mujer del siglo XXI integra toda esta sabiduría experiencial con lo aprendido en su trayectoria profesional y se convierte en la Dama de los dos mundos:

Una mujer empoderada en sí misma conectada con su propósito que retará al estatus quo y generará un cambio en la conciencia colectiva para transmitir la necesidad de integrar los valores masculinos y femeninos para crear un mundo mejor.

“La mujeres occidentales salvarán al mundo”, pronunció el Dalai Dama en la inauguración de la Conferencia de Paz de Vancouver en septiembre del 2010.

Las mujeres occidentales son capaces de sanar la herida colectiva por primera vez en la historia, porque poseen la preparación y la posición para lograr influenciar a su colectivo. Sin embargo, primero necesitan sanar la herida en sí mismas y liberarse de lo que Maureen Murdock menciona como machismo o el “soy fuerte, no necesito ayuda, soy autosuficiente, puedo sola” y empezar a confiar en lo que saben y en lo que sienten para construir una identidad al margen de los valores de género, buscar aliadas y transmitir el cambio que el mundo necesita:

Incorporar la inteligencia emocional en las altas esferas, ser conscientes que la riqueza económica, el éxito, el progreso y los avances tecnológicos no sirven de nada si para conseguirlos prescindimos de una parte esencial de nosotras mismas, dejamos de cuidarnos, de compartir, de contribuir o abandonamos la sostenibilidad del planeta.

Es urgente integrar en el mundo los valores femeninos junto a los masculinos, primero interiormente para después transmitirlos al colectivo.

Integrar valores femeninos y transpersonales como:

COMPARTIR/ COLABORAR/ COOPERAR/ APOYAR/RESPETAR/ SOSTENIBILIDAD/ INTEGRACIÓN/ REALIZACIÓN/ ARMONÍA/ IGUALDAD/ CONTRIBUCIÓN

A valores masculinos o egocéntricos como:

INICIATIVA/DETERMINACIÓN/ INFLUENCIA/ INNOVACIÓN/ INDEPENDENCIA/ COMPETITIVIDAD/ PODER/ CONQUISTA/ LIDERAZGO/ PRAGMATISMO

La integración de los opuestos esenciales, masculino y femenino dará como resultado el balance que necesitamos, del mismo modo que de la unión de Ares, dios de la guerra y Afrodita, diosa del amor, nació la diosa Harmonía, diosa de la concordia y de la armonía.

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