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Los viejos recordamos demasiado

Los viejos recordamos demasiado | Woman·s Soul

Y la Menuíta entró en nuestras vidas…

—¡Cuánto añoro aquellos tiempos! Los viejos es lo que tenemos, que recordamos demasiado el pasado porque no soportamos los achaques del presente y nos asusta el futuro, que tiene forma de caja de pino.

—Ya quisiera yo llegar a su edad como está usted.

—No me hables de usted. Me haces vieja. Y de eso nada. Medio chocha puede, pero vieja, ¡ni hablar!

—¿Tienes hijos? —me atreví a preguntarle.

—Lo tuve. Se fue mucho antes que el de Julia. Lázaro nació sietemesino, era tan pequeñito que casi cabía en mi mano. Pero conseguí sacarlo adelante yo solita, con dieciocho años que tenía nada más. Pero no sirvió para nada. Al final, después de tanta lucha, se lo llevó una gripe mala antes de cumplir los dos añitos. A pesar de eso, no me lamento. He tenido una buena vida. Yo se lo digo a mis sobrinos: no me lloréis cuando me muera porque he tenido una vida magnífica; bueno… —reflexionó unos instantes—, no me van a llorar de todos modos. No lo hacen los hijos, figúrate los sobrinos.

—¿Siempre has llevado este hostal sola?

—Yo sola me basto y me sobro. Llevo buscándome la vida desde que era un comino. Lo único que me dejó mi padre fue un consejo: «Que siempre te sobre un céntimo al mes». Y eso hice, ahorrar como una hormiguita para no depender nunca de nadie. Por eso me da tanto coraje que nos consideren el sexo débil. ¡Qué coño débil! ¡Si las mujeres somos la columna vertebral del mundo!

—Las mujeres estamos muy marcadas por la culpa —intervine—. Nos han educado para cuidar, para ser complacientes, para no defraudar. Es casi inevitable que dependamos  emocionalmente de otros.

—Hija, hay que mandar a tomar por viento lo que los demás quieren de nosotras y pensar en lo que queremos nosotras. Aunque nos tiemblen las piernas, aunque el miedo a ser abandonadas nos paralice, hay que hacerlo. Yo nunca he permitido que ningún tío dirigiera mi vida. Cuando era joven, las mujeres como yo, que apenas si sabíamos las cuatro reglas, no teníamos mucho donde elegir. O te buscabas un marido o te metías a servir en alguna casa o te hacías puta. No había más. Yo tuve suerte. Sobreviví sin necesidad de hacer ninguna de las tres cosas, aunque hubo días que para mí se quedan. No obstante, nunca me he quejado; al contrario, he disfrutado de lo lindo. A la vida hay que echarle ovarios porque… quien de miedo se viste de cagajones le hacen la mortaja. Hay que atreverse a tomar las riendas de la propia vida, aunque te equivoques, aunque al final tengas que enfrentarte a la soledad. Yo siempre lo he dicho: elige tu vida y ten valor para afrontar las consecuencias. Y cuando te llegue la desgracia, que llegará, déjate llevar con elegancia y dignidad, a sabiendas de que todo en esta vida tiene su cara y su cruz. La locura es un estado de gracia que no debemos perder. Sin locura, nos marchitamos en el tiesto en el que nos plantan desde que nacemos. He vivido muchas cosas. Demasiadas. Algunas me las podía haber ahorrado, pero soy terca como una mula y libre como el viento. Para decir que has vivido es necesario haberte revolcado en la ciénaga de la vida…

La Menuíta es un personaje de ‘Viaje al centro de mis mujeres’ de venta en librerías y en Amazon (www.amazon.es/dp/B018CGSR26)

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