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Recuerdos

Hay recuerdos tristes y recuerdos alegres. Recuerdos felices, recuerdos imborrables, recuerdos maravillosos y recuerdos detestables. Recuerdos bochornosos y recuerdos que queremos desterrar de nuestra memoria. Recuerdos antiguos y recuerdos recientes, de hace una década o de hace una semana. Recuerdos nítidos, recuerdos borrosos; únicos, especiales y valiosos.

Y luego están los recuerdos que no recordamos; recuerdos invisibles, escondidos y aletargados en algún profundo rincón de nuestra memoria que alguien viene a rescatar y nos los hacen recordar. Pero estaban ahí y son tan válidos como los que sí recordamos. Son vírgenes y puros aún, porque nuestra memoria no los ha mancillado. Y quizá por eso tienen un gran valor.

Nuestros recuerdos podemos compartirlos con otras personas porque han sido partícipes de ellos, pero no serán los mismos recuerdos. Seguro. Los recuerdos son personales e intransferibles. Cada uno lo recordará a su manera. Aunque haya sido compartido en tiempo y en lugar, no será el mismo recuerdo.

El tiempo es un transformador de recuerdos. Una misma vivencia puede recordarse íntegra o parcialmente y transformarse con el paso de los años. Nuestro cerebro puede hacer una criba y borrar partes de un recuerdo negativo hasta convertirlo en positivo. O incluso al contrario.

Todos tenemos a alguna persona que forme parte de nuestros recuerdos y, lo sepamos o no, nosotros seremos los protagonistas en los recuerdos de alguien.

Pero, ¿son reales nuestros recuerdos? ¿realmente sucedieron así?. Quiero pensar que sí, que mis recuerdos son veraces, pero me temo que en realidad, los recuerdos son infieles por naturaleza. Son figuras de barro que se van modelando. Rocas que erosiona el tiempo

Los recuerdos a los que acudimos con frecuencia, seguramente son los que están más lejos de la realidad; simplemente los hemos idealizado. Y esos que no recordamos, los invisibles, permanecen intactos y fieles a la realidad.

Pero, recuerda: Siempre es bonito  recordar

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