fbpx

Tiempo al tiempo

‘Cuando llega el tiempo en que se podría,
ha pasado el tiempo en que se pudo’.
(Marie Von Ebner Eschenbach)

Una de las mayores pérdidas de tiempo es intentar controlar el paso del tiempo. Lo intentamos tener, disfrutar, dar, dejarlo pasar y hasta detener, pasando por alto que no hay mayor tic tac que el que marca la vida, tú y tus circunstancias.

Lo cierto es que por muchos planes que hagamos con el tiempo, hay otras manecillas que van a dar sentido al reloj de tu presente. Ahí, y solo ahí, uno tiene la responsabilidad de vivir y la libertad de actuar.

Sin embargo, cuanto más tiempo tenemos, menos hacemos. Cuantas más alarmas nos ponemos, más las atrasamos. Cuantos más planes en la agenda, menos disfrutamos. Cuanto más presente tenemos en nuestra mano, menos lo aprovechamos. Existe una tendencia a posponer tan arraigada que hasta para aplazar el presente le pedimos una tregua el tiempo. ‘Tiempo al tiempo’, decimos. Simulacro de una vida presente que no llega. O no la dejamos llegar porque con frecuencia nos recostamos sobre el cómodo ‘me estoy dando un tiempo’. Otro simulacro más. ¿Te ocurre algo? ‘Tiempo’. ¿Quieres hacer algo? ‘Date tiempo’. ¿Quieres que esa situación se solucione? ‘Dale tiempo’. Vivimos continuamente aplazando la vida.

Y así nos va. Regalando tiempo todo el tiempo, olvidando que el único tiempo del que disponemos es ahora y es tan fugaz que apenas nos da para regalárnoslo a nosotros mismos. Que el resto es un mero compartir de tiempos, un 1+1 que hace que todo vaya más rápido… o más lento, en función de la persona con la que sumemos nuestro tiempo.

Estamos corriendo de un lado para otro para llegar, puntuales, a tiempo. Que si, que el ritmo de vida es alto (aunque discutible). Pero el que compartimos con las personas que queremos o haciendo lo que amamos, es el que vamos a llevarnos al otro barrio. Ni más ni menos… aunque algunos menos que más.

Que cualquier otra cosa que no sea vivir en presente, querer a los tuyos y amar lo que haces es una pérdida de tiempo. Porque si no, más adelante nos sorprenderemos diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y… ¿sabes qué? Que el tiempo vuela y que la vida no espera por nadie. Que no se trata de llegar puntual al trabajo, sino de hacerlo a las cosas verdaderamente importantes. Que el reloj de la vida marca un ritmo diferente y casi nunca llegamos a tiempo a un abrazo, a aquel ‘te quiero’ o a ese ‘perdón’. Y cuando quieres darte cuenta… se ha hecho tarde.

Todo esto para decir que estamos todo el tiempo perdiendo el tiempo y que parece mentira que cuanto más relojes tenemos, de menos tiempo disponemos.

Date tiempo, sí.
Pero dátelo ya.

AHORA.

Reparando Alas rotas.

BUSCAR