fbpx

Vivir, lo que se dice vivir es, simplemente, vivir

A raíz de la muerte de Bimba Bosé, Miriam Algueró, presidenta de la asociación Oncologiaintegrativa.org, difundió un  magnífico artículo: ‘Sobre Bimba Bosé y el cáncer: ¿realmente hay que luchar tanto?’ que me hizo reflexionar profundamente. Tal vez porque llega en un momento —justo cuando tenía que llegar, me diría una amiga, maestra de Reiki—, en el que una dolencia leve, pero bastante invalidante, me ha dejado varada en el sofá.

En estas circunstancias, cada palabra leída en ese artículo ha sido un puñetazo en el estómago, un zarandeo a mi conciencia, esa que procuro mantener calladita para poder seguir la inercia de la cotidianeidad sin cuestionarme demasiadas cosas ni formularme preguntas incómodas.

Pero, aunque pretenda ignorarlas, las preguntas están ahí, tan cerca como mi sombra, tan molestas como una urticaria: Para vivir, ¿son necesarias tantas ocupaciones; tantas obligaciones, muchas de ellas autoimpuestas por no defraudar, por aparentar capacidad, por temor a no ser querida por el simple hecho de ser y no tanto hacer; tanta complacencia que te fuerza a decir sí cuando tu corazón grita, alto y claro, no; tantos retos, algunos de los cuales ni siquiera deseamos alcanzar, sino que son la familia, la sociedad o el entorno los que te empujan a perseguirlos?

Y si la respuesta es no ¿cómo hacemos entonces?

Una y otra vez nos lo preguntamos. Terapeutas, libros, frases profundas que circulan por la red pretenden darnos claves, pero no es fácil salir del círculo vicioso en el que nos meten desde que nacemos. Nada fácil. Por eso, cuando la mente se satura y no ve salida, el cuerpo toma el relevo y nos ordena pararLlegó el comandante y mandó a parar, cantaba Carlos Puebla—. Y nos manda al taller, a arreglar mucho o poco, pero, en cualquier caso, a revisarnos.

Y es en ese parón, cuando te planteas lo que la rutina diaria te impide: ¿Qué es vivir? ¿Esto es vivir? o ¿vivir es otra cosa? Dejarse estar, fluir, desapegarse de lo innecesario y agarrarse a lo imprescindible: los afectos, los sueños —los propios, no los ajenos que te obligas a cumplir—, la risa, el juego, el olor a sopa recién hecha en noches de invierno, un paseo por la orilla del mar o entre bosques cuyos árboles simplemente son, el silencio compartido cuando las palabras no pueden expresar el milagro de existir, las caricias sin tiempo, los recuerdos…

Vivir, lo que se dice vivir es, simplemente, vivir. Luchar es parte de la vida, qué duda cabe, pero, ¿tanto?

BUSCAR