Y ahora me doy cuenta de que me he pasado media vida deseando que el reloj corriera deprisa y en este momento no soporto que se muevan sus agujas…
Me da la sensación de que mi vida empezó cuando tuve a mi pequeño ángel en las manos. Aquel 20 de Diciembre del 2004.
Desde el mismo momento en que posé mis ojos en ella, deseé que cumpliera 10 años. Que fuera mayor de repente, que supiera decirme todo aquello que le pasaba y que la atormentaba para poder subsanarlo.
Deseaba que pasara el tiempo y supiera hablar para decirme qué le dolía, deseaba que supiera andar para que no se cayera, deseaba que supiera dormir para que la oscuridad no la inquietara. Deseaba, deseaba…
Me pasé su infancia deseando, y ahora que ya tiene 11 años, sabe hablar, caminar, comer, dormir…. sólo deseo que no pase el tiempo y que no llegue el momento en el que tenga que dejarla volar sola.
Qué contradicción verdad?
Me atormenta pensar si seré capaz de estar sin ella a mi lado, si estaré a la altura de entender que ya no me necesitará como antes, si sabré soportar sus equivocaciones en la vida y la dejaré equivocarse, si podré encajar su dolor cuando le rompan el corazón o cuando la vida le de un traspiés.
Estoy orgullosa de lo que he creado, es un ser muy especial e independiente, quien la conoce me dice que es una campeona, una espartana, por todos los cambios que ha afrontado y cómo lo ha hecho. Pero creo que me he preocupado tanto en hacerla fuerte, que me he olvidado que yo debo serlo casi más que ella.
Se me rompe el corazón en pensar lo poco que la he disfrutado deseando que pasara el tiempo.. y el tiempo pasa. No hay que desearlo, pasa sin más, y muy rápido, no nos da tregua, y cuando me he dado cuenta de que necesito saborear cada segundo de ella, ya tiene 11 años.
Sé que aun me queda mucho, pero lo perdido ya nunca lo podré recuperar.
“Quisiera estar siempre cerca de mi hija cuando me necesite, mantenerme a distancia cuando no le haga falta, y callar cuando no me pregunte”.