Un texto que escribí hace un tiempo…Para ella, uno de los más grandes regalos del Cielo.
¿Quién dijo que el Apocalipsis era el fin del mundo? ¿Quién dijo que no hay más después de que el fuego y las plagas consuman todo? Heme aquí: Una sobreviviente del Apocalipsis personal, del Apocalipsis que cada uno de nosotros construimos y vivimos una o varias veces en nuestras vidas, dependiendo de los aprendizajes que nuestras almas necesiten llevarse.
Pocas veces he sentido tanto dolor, tanta impotencia; nunca había visto caminar a los 4 Jinetes hacia mí, pisoteándome, llenándome de lodo, lava y gusanos, como cuando supe que alguien que yo amaba profundamente se iría de mi lado físicamente y nunca más volvería a sentirla. Recuerdo haber sido el ser más primitivo en cuanto lo supe, me aferré a mis cinco sentidos, que era lo único certero en el momento; no hacía más que verla, observar cada uno de sus rasgos para grabármela en la memoria y recordarla con solo cerrar los ojos. Recuerdo también, haberle dicho sumida en el dolor de mi alma, que tenía ganas de comérmela, para que viviera en mí ser por siempre.
Así fueron pasando los días, los días más duros y sangrantes de mi historia. Hasta que me despedí de ella, las dos hablando, riendo, llorando, recordando nuestros 30 años junta, y ahí comprendí, que ella era más de lo que mis 5 sentidos podían guardar. Ella era alegría, apoyo, dulzura, fuerza, valentía…ella era AMOR.
Los momentos cuando tuve que despedirme de su cuerpo, no los recuerdo con claridad…mi mente, supongo que para defenderme del dolor, como una forma de supervivencia, bloqueó dos días de mi vida, dejándolos en las sombras.
Mi peor pesadilla, se había hecho realidad…a tan solo unos días de haber visto la luz en los ojos de mi hija.
Nunca pensé sobrevivir a tan grande dolor, a la impotencia de saber que nada podía hacer, que ella nunca vería a mi hija crecer, y que probablemente pasen demasiados años para volverla a encontrar en el umbral. Pero aquí estoy, viva, disfrutando, riendo y experimentando lo que es vivir sin ella.
Sobreviví al Apocalipsis; quedé sucia, dejé pedazos de piel y mis gritos de dolor siguen impregnando la Tierra, pero vi el prometido “renacer”. Vi luz, vi vida, vi fuerza, vi enseñanza…me levanté del piso sabiendo que había vida aún para mí, vida feliz, vida plena, con la conciencia de no tenerla en mi diario vivir.
En un sueño, a unos meses de perderla, la vi. Se veía lindísima, sonriente. Corrí a abrazarla, llorando desesperada, le dije que por favor no me dejará. Ella respondió “No me he ido, nunca te he dejado”.
Mi vida siguió, y una parte de mí encontró un motor más en la esperanza de que el día que llegue mi apocalipsis de este plano, ella estará ahí…dándome la mano, para caminar juntas, hacia una nueva vida.