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DESCANSO

 

 

        Pon el índice en tu frente.

Siéntate al borde de la piedra azul,

        inhala el aroma, la alheña rojiza,

disfruta en su vaivén al deslizarse

por el gesto azucarado de los niños.

 

         Viaja sobre el corcel de la compasión

que llena de regazos a los huérfanos.

         Abre tus manos. No pienses.

Siente el calor de mil almas reunidas en consejo

al pronunciar tu nombre nazarí.

 

         Eres hija de la Vida.

 

        Comienza de nuevo. Inspira. Expira. 

Suelta el recorrido de los mudras ancestrales,

deja volar el tinte de tus pies hasta tus bronquios.

        ¿Ves la orilla?, ¿la curva del color?

Báñate ahí.

 

        Entra suavemente en la risa, busca sus ojos.

Frota los engarces del iris con zumo de limón.

        Y ahora, recoge las trizas del cuaderno,

lava tus tejidos en el rostro de tu madre,

bésala muy dulce y píntala otra vez.

 

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