Casi nada de lo que nos cuentan es a la larga irrefutable. Mensajes que aseguran conocer la clave de la felicidad; la última receta para mejorar la salud; o cómo conseguir el mejor trabajo, no tardan en quedarse anticuados justo cuando empezamos a ponerlos en práctica. Constantemente cambian, por ejemplo, las recomendaciones sobre los beneficios para la salud de éstos o aquellos alimentos; qué deporte o disciplina reporta más equilibrio y bienestar; y si es mejor la moderación o la intensidad. Parece que todo pasa por modas, y alguien – los “influencers” -que no se sabe muy bien qué o quiénes son, nos van llevando de un sitio a otro. Yo sueño con que alguien descubra un día que fumar no era tan malo…
Pues ahora le ha tocado el turno a eso de perseguir tu sueño. ¡Qué no! ¡Qué mejor, no! En la mayoría de los discursos de motivación se aconsejaba a los jóvenes que persiguieran su sueño, que no se dieran por vencidos, que lo intentaran cuantas veces hiciera falta para poder dedicarse el resto de su vida a su gran pasión. Se les empujaba a ganarse la vida con aquello que realmente les gustaba y a trabajar en algo en lo que pudieran desarrollar al máximo todo su potencial y talento. Pues ahora parece que las cosas ya no son así. Desde la prestigiosa universidad americana de Georgetown, el profesor Carl Newpor nos propone otra cosa. Este ensayista americano considera que hacer lo que te apasiona no es buena idea, y así lo recoge en su libro: “tan bueno que no te puedan ignorar”.
Y la verdad es que estos discursos motivacionales, en ocasiones, en vez de animarte te crean más frustración que otra cosa. A veces porque uno no sabe cuál es su “don” -si es que lo tiene- o dónde reside esa gran habilidad que por lo visto nos hace únicos. En el mejor de los casos, si eres de esos que sabe con seguridad qué es lo que de verdad le gusta, resulta que el mercado laboral tampoco está para muchas fantasías. Estos discursos te hacen sentir que si tienes la suerte de tener un trabajo digno, pero no es el sueño de tu vida, eres un fracasado. Soy de los que piensa que uno puede ser feliz con lo que hace si se lo propone, sea lo que sea.
En vez de perseguir el famoso sueño, Newpor propone el camino inverso. El profesor considera que si has invertido tiempo y esfuerzo en convertirte en excepcionalmente bueno en lo que haces, esa competencia te llevará a sentir que controlas lo que haces cada día y que tus acciones son importantes, por lo que hay gran probabilidad de que te apasiones por ello. Es decir, que, “trabajar bien es la clave del éxito para encontrar el trabajo perfecto”. Y al final estarás dedicándote al trabajo de tus sueños.
Si algo nos cuesta asimilar es que en esta vida TODO tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Que TODO tiene un precio y hay que saber de antemano qué estás dispuesto a pagar. Si nos lanzamos a cumplir nuestro sueño, disfrutaremos con lo que hacemos pero seguramente tendremos que renunciar a muchas otras cosas que nos gustan. Por ejemplo: horas de ocio, estabilidad económica, incertidumbre, etc. Y si trabajamos en el “NO trabajo de nuestra vida”, renunciaremos a esa parte creativa, pero tendremos otras compensaciones.
Y todavía una alegría más.
Según recientes investigaciones el talento no es un don que viene de fábrica, no es innato, sino que puede desarrollarse. Como asegura el ensayista americano, Day Coyle, en su libro: “las claves del talento”, la capacidad de potenciar nuestras habilidades se la debemos a una sustancia, la Mielina, que rodea el núcleo de las neuronas.
Aunque nadie discute que todos tenemos una mayor predisposición hacia unas tareas que hacia otras, gran parte del éxito de la mayoría de personas que han trascendido por su talento, no viene de un don caído del cielo, sino que se consigue con esfuerzo. Pero no cualquier esfuerzo, sino que debe ser como dice Coyle: “esfuerzo enfocado”. Lo que otros llaman “práctica deliberada”. Es decir, de un ejercicio continuo, concentrado e intenso a lo largo de los años. Y con ello- y la ayuda de la Mielina- acabas desarrollando una especial habilidad que puede confundirse con un talento innato. Que lo que al principio a lo mejor solo era una inclinación, acaba convirtiéndose en una auténtica maestría a través de la práctica, de esa práctica con intención que ellos proponen.
Así que “el que la sigue la consigue”, continua siendo verdad…por ahora, pero es sobre todo gracias al esfuerzo que llegamos donde nos proponemos. Parece en cambio, que “la ley del mínimo esfuerzo”http://declaraconc.com/la-ley-del-minimo-esfuerzo no se pondrá nunca de moda. ¿O sí…?