Hay momentos en los que todo es suficiente y en los que nada es todo. Suficiente espacio, silencio, vacío… suficiente espera y exceso de presencia.
¿Qué pasa cuando nada alcanza, cuando el horizonte de expectativas es infinito? Cuando no hay razones y todos los intentos se convierten en discusión eterna.
Los recuerdos me rompen y hay noches interminables en las que aun extiendo la mano para saber si estás. Algunos días dueles, otros no tanto.
Hoy sé que cada paso que doy para encontrarme es suficiente. Cada respiración me devuelve a la calma, esa que tanto te molestaba. Hoy sé que todos los motivos para acercarme a ti y alejarme de mí no son suficientes.
Sé que tus palabras cada día me afectan menos y que tu ausencia no solo se siente por las mañanas, sino al atardecer cuando entiendo que tus intentos por quedarte fueron notablemente insuficientes.
Julieta.