fbpx

No quiero flores en mi tumba

Cuando muera, no quiero que lleven flores a mi tumba. De hecho, no quiero una tumba. No quiero que me entierren. Quiero que esparzan mis cenizas en el mar, o en un bosque o un jardín. Quiero fundirme con la naturaleza.

Cada año, el 1 de noviembre, pienso lo mismo. La gente parece que se vuelve loca y tiene que ir al cementerio a llevar flores a sus muertos y limpiar las lápidas, aunque no lo hayan hecho el resto del año. Casi parece obligatorio. Quizá piensen que así demuestran que se acuerdan de los seres queridos que ya no están. Pero a mí me parece ridículo. Las personas que queremos y se han ido de este mundo, siguen en nuestros corazones. Parte de su alma está con nosotros. Y los puedes recordar todos los días del año. En cualquier ocasión. Con un olor, un sonido, una imagen.

No soy religiosa, aunque respeto las creencias de todo el mundo. Pero acudir al cementerio cada año en la misma fecha, por inercia, me parece algo absurdo, triste y, en cierto modo, patético. Es algo trasnochado.

¿De qué sirve un cuerpo comido por los gusanos?. Lo que cuenta es el alma. Y eso permanece. Hecha pedacitos, eso sí. Pero esos pedacitos estarán repartidos entre las personas a las que amamos y nos amaron. Uno no muere cuando ya no está de cuerpo presente. Uno muere cuando le olvidan. Cuando esos pedacitos de su alma ya no tienen cabida en los corazones de otras personas.

¿Para qué quiero una tumba? ¿ni que me lleven flores?. Yo no estaré ahí. Prefiero seguir viviendo entre otras flores, sirviéndoles para que crezcan y florezcan. Quiero que mi alma se haga mil añicos. Que esté muy repartida. Que se funda con otras almas, a las que acompañaré mientras quieran.

Yo no quiero una tumba a la que me lleven flores…

BUSCAR