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Por ser mujer

Te han violado.

Y te han jodido la vida.

Pero no sólo ellos. Te la ha jodido esta sociedad enferma y absurda.

Te han violado. Y eso es traumático.

Pobrecilla.

No sabes cómo ha podido pasar. No lo entiendes.

Tú no has hecho nada. Sólo caminabas sola, de noche.

Al principio sólo lloras.

No comes, no duermes, no vives.

Todos te dicen que tienes que superarlo.

Te dan ánimos.

Tus amigos y tu familia te animan a que salgas a la calle.

Intentan ayudarte.

Y tú quieres salir de ese pozo negro, oscuro y frío en el que te has (han) metido.

E intentas sonreír. Tú puedes. Eres fuerte.

No dejarás que te jodan la vida.

E intentas vivir. Aunque no lo olvidas.

Todo el mundo sabe quiénes son tus violadores.

Todos saben lo que te han hecho.

Te han jodido la vida.

Aunque ellos dicen que querías que pasase lo que pasó.

Que lo disfrutabas. Que te gustaba. Que eras una “guarra”.

Y es que, claro, ¿cómo se te ocurre andar sola por ahí de noche?

¿No sabes que los lobos salen en “manada” por las noches a capturar osadas mujeres a las que se les ocurre salir, bailar, beber, divertirse, caminar solas por la noche, llevar minifaldas o escotes?

No, claro, que no lo sabes. No lo entiendes.

Tú no has hecho nada.

Y te han jodido la vida.

Pero eres fuerte. Y quieres olvidar. Y quieres vivir.

Intentas rehacer tu vida, con esos trozos rotos de cuerpo y de alma que han dejado los lobos.

Y sales con tus amigos. Y sonríes.

Pero no olvidas.

Y viene un puñetero abogado diciendo que ha visto tus fotos en redes sociales y estás sonriendo, y estás viajando, y estás socializando.

Y eso no puede ser.

No tienes derecho.

Porque eres mujer.

Deberías seguir encerrada en tu casa. Llorando y sufriendo.

Tienes que estar traumatizada. De por vida.

Total, no fue para tanto.

Igual es que hasta querías que te violasen.

O no.

Pero como da la impresión de que, un año después, vives con total (aparente) normalidad, es que igual te gustó.

Porque no tienes derecho a ser feliz.

Nunca más.

Porque te han jodido la vida. Para siempre.

Pero tú eres fuerte.

Y tienes  derecho a ser feliz.

Y hacer sólo lo que tú quieres. No lo que otros quieren.

Porque a lo que no hay derecho es a que no tengas derecho por el mero hecho de ser mujer.

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