Por no pedir permiso, pidió perdón.
Perdón por llegar tarde y a veces ni siquiera llegar, por no estar a la altura y tampoco querer estar, perdón por las expectativas y sobre todo, perdón por no cumplirlas.
El perdón es la mano derecha del arrepentimiento, sirve para aliviar la conciencia de quien lo promulga. El perdón es un arma de defensa, cuya función no es otra que tratar de reparar lo herido con su manifestación, sin entender que la decisión de sanar está fuera de su alcance.
Para pedir perdón antes que permiso sólo hay que ser cobarde, pero para perdonar, hay que ser muy valiente.
Para perdonar no hay que decidirlo, hay que prepararse.
Esa es la capacidad del perdón, la sinceridad que abarca.