¿Miras hacia delante o miras hacia atrás? Una mirada te ancla al pasado y la otra te proyecta al futuro. Una te provoca recuerdos vividos, la otra visualiza lo que vas a vivir. En cualquiera de las dos, ¿estás en el presente?
A menudo asociamos estas “miradas” a los niños pequeños, que en muchas ocasiones son nuestros propios hijos. Nos recreamos en lo que fueron o en lo que dejaran de ser. Siendo bebés o niñ@s, les asociamos cualidades que nos parecen importantes y de las que parece nos hemos olvidado. Inocencia, ternura, sorpresa, curiosidad, novedad, descubrimiento, alegría, bondad, amistad, amor. ¿Quizás por eso queremos anclarnos a ese tiempo?
Al hacerlo no disfrutamos de su vida en movimiento y quizás sentimos con el paso del tiempo que no nos necesitan tanto, que perdemos importancia para ell@s, que dejamos de ser su referente o quizás que ya no cuentan con nosotr@s tanto como antes. Se independizan y eso nos duele.
¿Cómo podemos darle la vuelta a la tortilla? Que nos duela es totalmente válido. Sin embargo ¿no crees que quedarnos en ese punto de dolor nos impide evolucionar con ell@s y perdernos las nuevas oportunidades de su crecimiento?
Nos necesitaran de otras formas y tenemos que estar preparad@s. Nos pedirán otras cosas y hay que entenderl@s. Nos querrán de otra forma y tendremos que saber cómo corresponderles. Vamos a conectarnos a su presente y seguirles hacia su futuro, esté donde esté.
Estamos aquí para acompañar en su viaje, para compartir con ell@s, no para que se queden con nosotr@s ni para que nos sintamos bien a través de ell@s.
De nuestra responsabilidad con nosotr@s mism@s depende que ese viaje sea estupendo para tod@s, de que ese viaje se de en las mejores condiciones, de que sea seguro para ellos y su evolución, de que sea una base para toda una vida, la nuestra y la de ell@s.