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Sobrevivientes

Mi madre nos ha dicho que cambiaremos nuevamente de casa, espero que sea solo una ocurrencia como todas las que se le van apareciendo en el camino y así también la deseche. Voy terminando la secundaria y he cambiado de casas y escuelas que mejor ni las cuento. Trato de que no me afecte tanta movedera. Lo dejo pasar, mis hombros ya se saben el movimiento, ante la incertidumbre solitos se levantan y vuelven a caer.

Dicen que no debería tener recuerdos tan antiguos, pero a los 4 años cuando te alejan de quien te ama; tus abuelos, y te llevan a vivir con un nuevo papá enojón al que no le caes nada bien pues no te queda de otra, el recuerdo se te pega y por más que lo tallas pues más se adhiere.

Yo no estaba feliz con el nuevo papá, yo no quería contarle que extrañaba a mis abuelos y a mis tíos, además como no me gusta levantarme temprano, cuando a él le tocaba despertarme, yo apenas abría los ojos y ya sentía el puñetazo, ¡qué desesperado! La mayoría de las veces en el estómago, mi mamá no me creía. Ella solo se encogía con los gritos que pegaba el nuevo papá, y como a mi hermanito todavía lo traía en la panza pues solo se alejaba para volverse invisible.

Después de muchos meses que no veía a mis abuelos, me llevaron a su casa de visita. Fue solo poquito tiempo pero pude llenar mi mente con imágenes de ellos, de sus voces, de sus caricias, cerraba los ojos y memorizaba cada detalle para que cuando volviéramos a casa yo pudiera recordarlos. Yo buscaba que mi abuela estuviera sola, quería pedirle consejos para hacer que el nuevo papa no se enojara conmigo y que no castigara a mi perrito. Yo quería ver las caricaturas con mi mamá y que ella no brincara de susto a cada rato.

Pasaron más semanas o meses y decían que ya estaba por llegar el bebé. ¿De dónde? Que yo supiera siempre andaba con mi mamá.

Me llevarían de visita a ver a mis abuelos, cuando me dijo mi mamá hasta se me cayó el vaso de agua, me regañó el nuevo papá, pero no me entendía que el vaso no se quedó quieto porque empecé a temblar, las manos se movían solitas. Ya me estaba imaginando en enseñarle mis dibujos a la abuela.

¡Qué día!, yo no paraba de hablar y de contarle a mis abuelos lo que aprendí en la escuela y de jugar con mi primo, aunque todavía era pequeñito. Ahí también estaba mi tía, tenía mucho tiempo que no la veía. Se parece mucho a mi mamá sobre todo en la voz, aunque ella siempre me habla más suave y por eso las distingo, todavía creo que a veces exagera y cree que sigo siendo un bebé para necesitar tantos abrazos y besos. La veía muy poquitas veces porque ella vivía en otra ciudad.

 Llegó mi nuevo papá a recogerme, antes de entrar a la casa, se quedó platicando con mi tía. Yo los veía desde la ventana. A ella nunca la había visto así, parecía que lo estaba regañando, tal vez el nuevo papá hizo algo muy malo, esa vez el que se encogía era el nuevo papá y eso que él era mucho más alto que ella y más fuerte. Su cara se parecía a la que ponía cuando yo no hacía algo bien. Mi tía hablaba y hablaba y él solo bajaba la mirada, yo creo que se le había caído algo al suelo porque así estuvo mucho tiempo. Y nos fuimos, él no se despidió de nadie. Ese día me costó trabajo dormir por los gritos.

Solo pasaron unos días y cuando no estaba el nuevo papá en nuestra casa, mi mamá tomó mis libros y juguetes favoritos, llenó de ropa una maleta y me dijo que cambiaríamos de casa. No quise preguntar, pero deseé que solo fuéramos ella y yo. Mi abuelo nos estaba esperando en el coche. Nos llevó a la casa de mi tía. Ahí nos quedamos mucho tiempo, ella nos hacía de comer, nos dejaba quedarnos en una cama muy grande, me compraba mi pan favorito y me contaba cuentos antes de dormir, aunque nunca escuchaba el final, en su casa sí podía dormir.

Mi tía ha estado conmigo, hoy estoy estudiando para mi examen de ingreso a la prepa, ella me inscribió y seguro se alegrará si paso el examen. Espero que no sean demasiados los abrazos y besos que me toque recibir.

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