I
Mariposa rota
Mariposa, escucha, solo hay una cosa que te robarán,
y no podrás negarte.
Y es, precisamente, la inocencia.
O no podrás resistir el vuelo que mereces.
Es la prueba del metal,
no hay otro modo de forjarlo, amiga mía.
Aunque te duela.
Tendrás que luchar con uñas y dientes,
presentar batalla, herir y ser herida,
revolcarte por el fango, caer de bruces contra el suelo,
buscar a tientas el nombre del rostro, la sombra
que te ataca, hurgándote contra tu voluntad,
no importa.
Es el acero.
No busques otro camino, llámalo destino,
y es el único y el necesario.
II
Ola en jarras
Sin duda, eres mujer.
Con ese aire de galerna enfadada, levantas tus brazos hacia el cielo,
gritas como una madre que educa a sus hijos.
Los rizos de tu melena salpican verdades en clamor de algas.
Amas y danzas la vida en piruetas, de frente hacia la costa.
La espuma, tu beso.
El bucle, tu abrazo.
El azul, tu mirada.
Espejo siempre leal. Muéstrame el rostro que gobierna el silencio.
III
A cada paso
Recorro la ciudad con mis zapatos mágicos,
el camino amarillo del azar,
cruzado de espinas.
Salto los charcos, río
tréboles de cuatro hojas
de baldosa en baldosa.
Ruge el temblor del pasado
encerrado en su círculo magenta.
Una emoción de hojalata
abre y llueve
almas, ciclos
entre el barro y el cielo.
Canta el tornado gigante
mientras te arranco
la estaca de la mente.
Aquí lo único que importa
es seguir.
Entrar en el mundo de Oz.
Teresa Iturriaga Osa