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Bienvenido a mi Vida

Bienvenido.

Bienvenido a ese espacio inconquistable en el que plantar bandera suponía un delito contra la intimidad. A ese espacio para el que tan solo había sitio para mí y en el que ahora tengo que tirar tabiques para que quepa el beso de buenas noches que pende de la comisura de tus labios.

Bienvenido.

A lo mejor y a lo peor de mí. 

A la electricidad que provoca una mirada cómplice cuando te abrazo el corazón y a la que en silencio y de soslayo, anuncia la gran tormenta.

Bienvenido.

A una de las mejores aventuras de tu vida.

A una de las mejores de la mía.

La de recorrernos juntos en todas las etapas en las que despertar juntos todas las mañanas siga compensándonos la locura de dudar, por un momento, dónde está nuestro lugar.

Y perdóname. 

Por anticipado. 

Perdóname por todas aquellas veces en las que en lugar de darte los buenos días me empeñe en cuestionarte si haber dejado conmigo tus maletas ha sido buena idea alguna vez.

Porque se me pasará.

Se me pasará para que después, la tormenta, traiga conmigo su calma. Para que seas capaz de ver más allá, de anticiparte un poco a mí y que, con aquella paciencia infinita que te caracteriza, seas tú quien me de la bienvenida cuando el único sitio donde me apetezca caer sea en tus brazos. 

Y así, y un poquito cada día, rescátame del gris en el que se te haya abierto mi abanico. Y píntame tantos sueños en común como besos te quepan en mi espalda.

Rescátame.

Rescátame siempre de aquella rutina que, en cualquier granito de arena de nuestro reloj, quiera arrebatarle el tiempo que nos queda. Que yo no quiero pararlo. Y que así, a tu lado, el infinito nos coja caminando.

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