Max conectó su ordenador. Desde que vivía en su casa de la montaña aquel era su medio de contacto con el mundo. Abrió su correo y encontró un mensaje de Marta. No había sabido de ella desde su última estancia en la casa, hacía tres meses. Lleno de curiosidad, lo abrió. Era muy escueto. Tan solo decía:
–Hola Max. Tienes una deuda conmigo. ¿Lo recuerdas?
Max lo recordaba perfectamente. En su anterior encuentro, Marta y Max habían hablado de cómo profundizar en la comunicación con los demás, pero habían dejado un cabo suelto, una pregunta que Max había prometido responder a Marta: “¿Podemos dar la misma confianza a todo el mundo?”.
Con su conciso email, Marta reclamaba una respuesta. Max sabía que algo debía rondarle por la cabeza para sacar el tema en aquel preciso instante. Pero, al mismo tiempo, era un signo evidente de que, con toda seguridad, las cosas iban mejor para ella y de que había superado los demás conflictos.
Max estaba dispuesto a hablar del tema, pero no le quería dar a Marta todo el trabajo hecho. Así, siguiendo su estilo de siempre, le respondió el mensaje pasándole la pelota.
–Recuerdo mi deuda: la confianza. Me acuerdo de las palabras que te dije: “Que tú estés dispuesta a dar confianza no significa que siempre puedas hacerlo”. Dime, ¿tiene tu reclamación relación con alguna experiencia en concreto?
Antes de que Max tuviera tiempo de apurar su café, recibió la respuesta.
–Así es, Max. Me conoces demasiado. Hace unos días en el trabajo intenté profundizar en una relación. Me cuesta dar confianza, y me esforcé en hacerlo. Pero no fui correspondida. Es más, en mi voluntad por abrirme, conté cosas de mí que sé que han corrido por la empresa. Me siento decepcionada y hasta cierto punto traicionada…
Max esbozó una sonrisa. Ya tenía a Marta receptiva. Podía disparar su artillería. Se sentó delante del ordenador y escribió una larga respuesta.
–Marta, la confianza se basa en dos pilares. El primero es la valentía, es decir, la medida en que nos atrevemos a dar confianza. El segundo es la oportunidad, o sea, nuestra percepción de que los otros la merecen. Hay que desarrollar los dos pilares para ser capaz de administrar la confianza y hacer que contribuya a construir una relación. Las preguntas que siempre debemos hacernos son dos. La primera: “¿Soy capaz de dar confianza?”. Y la segunda: “¿Son los otros dignos de mi confianza?”.
Si no soy capaz de dar confianza, si tengo miedo, me mantendré siempre en un territorio de comodidad en el que no voy a dar nada. Esto hará que pierda muchas oportunidades de profundizar en mi relación con los demás. Pero si puedo darla pero no valoro la oportunidad de hacerlo, si la doy por igual a todo el mundo, puedo encontrar a mucha gente que no valore mi confianza o que no esté dispuesta a corresponderme. Así, las cosas tampoco funcionarán…
Max envió el mensaje y fue al pueblo a hacer algunas compras. Sabía que esta vez la respuesta de Marta tardaría, que querría reflexionar. Cuando regresó la respuesta había llegado.
–Empezaré por el primer pilar. Creo que sé cómo dar confianza, aunque a veces no soy capaz de hacerlo. En la última salida que hicimos en grupo, me guardé muchísimas cosas. Tenía miedo de que no resultaran interesantes, de que mis historias no importaran a nadie. ¿Cómo reforzar el primer pilar y ser capaz de dar más confianza?
Max no tenía la solución mágica, pero sí conocía el camino por el que Marta podía investigar.
–Serás capaz de dar más confianza a los demás a medida que confíes más en ti misma. Tu inseguridad es la que no te permite abrirte a los demás. La respuesta de Marta llegaba a los pocos minutos:
–Un pez que se muerde la cola… Pero tiene sentido. También tengo problemas con el segundo pilar… ¿Cómo puedo saber si puedo o no dar confianza?
Max utilizó su recurso preferido: un pequeño enigma.
–Piensa en la piel de la cebolla…y utiliza la misma estrategia.
–¿¿??
–¿Alguna vez has pelado una cebolla? Tienes que ir quitando capas…Y tú decides cuántas capas quitas y cuántas dejas.
–¿????????????????
Max disfrutaba del nerviosismo de Marta en sus respuestas.
–En cada entorno, con cada grupo de personas, debes evaluar cuántas capas te puedes quitar. Es tan disfuncional no desprenderte de la piel externa y permanecer “protegida” en entornos de confianza, como desnudarte hasta el corazón, quedando expuesta en entornos que no lo merecen. Con cada grupo de gente, tú decides cuántas capas te quitas y con cuántas te quedas. En esto consiste administrar la confianza y hacer de ella una virtud para tu comunicación y tus relaciones.
Piensa en tu trabajo y en tu “sensación de traición”. Quizás te desprendiste de demasiadas capas. No valoraste si todos los que te rodeaban eran dignos de tanta confianza o si el contexto era el adecuado. Les diste una confianza que no merecían.
–Me doy cuenta. Pero, ¿cómo acertar en el criterio?
–Ahora que sabes que has de valorar la situación antes de “tirarte a la piscina”, utiliza tu intuición. Ofrece pequeñas dosis de confianza, poco a poco, y permanece absolutamente receptiva a las reacciones de la gente ante cada paso que das. Notarás cómo la reciben y si te corresponden. Y, si es necesario, sabrás parar a tiempo.
–Max, una última reflexión. Con algunas personas he tenido una confianza que, en el siguiente encuentro, no se ha mantenido.
¿Tiene para ti algún sentido?
–Lo tiene, sin duda. En un clima de confianza, una persona puede abrirse mucho. Pero, en otro contexto, puede sentirse incómoda ofreciendo tanta confianza. Cada contexto implica deshacerse de distintas capas…
Marta leyó el último correo de Max. Ahora necesitaba reflexionar, y aplicar esa información a su vida diaria. Apagó el ordenador y pensó que sólo había una persona con la que se sentía capaz de deshacerse de todas las capas y exponer su corazón. Sin duda esa persona era Max. Pero su relación con él no se había fraguado en cuatro días…
Dar confianza: la estrategia de la cebolla
Ante la confianza, imaginemos que somos como una cebolla, capaces de retirar distintas capas y mostrar nuestro interior en función del entorno en que estemos.
No es suficiente saber dar confianza o tener el valor de hacerlo. Hemos de preguntarnos si los demás son dignos de ella.
En entornos de confianza, con gente de confianza, podemos quitarnos muchas capas, hasta dejar a la vista el corazón mismo, y mostrar mucho de nuestra forma de ser.
Pregúntate en cada situación cuántas capas te quitas y si todos los presentes van a reaccionar igual ante tu confianza.
En entornos poco propicios o con gente que conocemos desde hace poco, debemos valorar cuántasmcapas podemos de verdad quitarnos, cuánto podemos exponernos, y hacerlo de un modo progresivo.
Con las mismas personas, pero en distintas situaciones, puede darse el caso de que puedas quitarte menos capas y decidas dar menos confianza. No sólo se trata de las personas, sino también del contexto y del clima de confianza que se crea entre ellas.
Nunca des toda tu confianza a todos y de una forma sistemática. Hazlo progresivamente y analiza las distintas reacciones de aquellos en los que confías.