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La pérdida

Tras una pérdida podemos morir y quedarnos quietos para siempre, o volver a nacer y empezar una nueva vida. Cuando hablamos de pérdida, hablamos de algo que muere , desde perder a un ser querido, separarse de una pareja, a perder una pierna, o la vista, perder la posibilidad de caminar, sufrir un aborto, dejar nuestro país, ser despedido de nuestro puesto de trabajo, cambiar de colegio, vender nuestra querida casa…es algo que era importante en nuestras vidas pero que se acaba, dejando un vacío muy grande.

Una paciente se lesionó su rodilla, ella quería ser bailarina y lo luchó, bailaba con muchísimo dolor hasta que su cuerpo le dijo basta. Desde entonces no poder bailar es como acaba todas sus frases, nada le motiva, ni el trabajo, ni su pareja… y siempre la culpa de todo la tiene su rodilla, que no le dejó cumplir su sueño. Han pasado veinte años y sigue triste, pero acaba de llegar a terapia, quiere cambiar y encontrar un motor en su vida.

Cuando algo muere, nace otra etapa, tenemos que transformar esa muerte en algo nuevo por mucho que lo que dejemos atrás sea doloroso y cueste desapegarse. Reinventarnos en alguien nuevo no es fácil pero es el único camino para sobrevivir.

El ciclo de la vida: la metamorfosis

Un ser vivo nace, crece, muere y vuelve a nacer como un nuevo ser, de la putrefacción viene la sustancia fértil que es la base de la nueva vida, es un ciclo sin fin. Los gusanos se convierten en mariposas, pero todo el proceso es lento, y ha de permanecer quieto y dentro de su capullo hasta que esté preparado para cambiar.Por eso entre la muerte de algo que se acaba y la vida de algo que empieza, hay un tránsito, un tiempo de espera, de incertidumbre y de reflexión. A veces es un tiempo que parece vacío, perdido, caótico, infructuoso… pero es un tiempo de gestación de un nuevo ser y es necesario. Es un tiempo donde se encuentra la intersección entre el pasado y el futuro…una parte de nosotros sigue mirando hacia atrás, añorando lo perdido y la otra parte mira hacia el futuro con valor, con ganas del cambio, pero con incerteza y miedo, por eso nos quedamos quietos.

Hay personas que no quieren detenerse, que sufren una pérdida y ya se ponen enseguida con otra cosa. A veces, no queremos aceptar nuestra desorientación, nos asusta sentirnos perdidos y el caos. Pero es un estado de ánimo normal por lo que respetar estas emociones y no taparlas es necesario para asimilar lo vivido y poder pasar página. Aquello que se dice de que un clavo saca otro clavo, por ejemplo, tras una ruptura sentimental, no es muy recomendable, quien va demasiado deprisa y enlaza con otra relación sin apenas detenerse , se suele estrellar. Como dice el psiquiatra Boris Cirulnik, “un herido no puede volver a la vida de forma inmediata”.

La paradoja de la vida y la muerte

El drama existencial ha sido un tema tratado en todas las disciplinas, desde el arte, la literatura, la filosofía, la astronomía, la psicología…a lo largo de todos los siglos de la humanidad. Irvim Yalom, psicólogo famoso por sus libros sobre psicoterapia, cuenta como en todo proceso terapéutico, normalmente al final, cuando la persona empieza a estar bien, aparece el miedo a que se acabe el bienestar, a perder lo bueno que acabo de afianzar. Es uno de los temas recurrentes que surge en un proceso terapéutico, el miedo a sufrir y a la muerte. Quienes han hecho terapia o han experimentado con una pérdida o un gran cambio en sus vidas, entienden el proceso de transformación y aceptan la paradoja de la vida y la muerte.

La semana pasada en la televisión vi por casualidad, “El laberinto”, una película muy recomendable, sobre unos padres que pierden a su hijo de cuatro años. No era una película dura a pesar de que la temática trate de una pérdida tan grande. El director transmite el mensaje de que la vida ha de continuar de otra forma y sus personajes tras un periodo de desorientación y confusión logran seguir caminando, aún sin saber muy bien lo que les depara el futuro, pero logran mirar hacia el infinito.

“El nacimiento es la muerte de la vida que conocíamos; la muerte es el nacimiento de la vida que aún no hemos vivido” M.Woodman. Esta ambivalencia forma parte de la vida, y debemos entenderla para poder vivir en armonía. Las personas que se quedan tetrapléjicas sienten como una parte de su vida ha muerto, pero B. Cirulnik que los trata, explica que si en su mirada brilla el amor por la vida, se les agudiza el placer de vivir lo que aún sigue siendo posible. Hacen deporte aunque antes no fueran deportistas, hacen amigos más fácilmente, trabajan más…

Esta semana una paciente lloraba en sesión porque su ex marido estaba iniciando una relación con otra mujer. Hacía un año que ella había decidido dejarle, pero hasta entonces, seguían siendo los mismos y la relación seguía estancada casi muerta como en sus veinte años de matrimonio. El cambio sucedió solo hace unos días, cuando el hombre pasivo y depresivo que ella conocía daba paso a un hombre ilusionado por otra mujer. Detectamos durante la sesión, que su tristeza venía del miedo a pensar que ahora sí que lo perdía para siempre. Lo que le faltaba entender era que tras una muerte, no viene más muerte sino la oportunidad de construir un nuevo vínculo. Por ello durante la terapia, trabajamos la idea de ver la botella medio llena, por fin aquella relación de veinte años de dolor y estancamiento, tenía los días contados, trazamos un objetivo que era el intentar buscar una relación distinta con su ex, ahora sí podrían ser amigos, colegas, cómplices. El cambio en la pareja solo es posible cuando ambos miembros, logran cerrar bien con todos los candados y para siempre lo que fueron, y dan paso a lo que serán.

Digerir el dolor

La única muerte que acaba en muerte, es cuando no transformamos el dolor, cuando nos quedamos fijados en el pasado, cuando seguimos caminando físicamente pero nuestra alma y nuestra psique no viven el presente, ni proyectan en futuro, están eternamente llorando lo perdido.

No se trata de frivolizar el dolor, Robert Neimeyer psicólogo reconocido internacionalmente como experto en el proceso de duelo, explica que una pérdida no se supera del todo nunca. El dolor nos acompaña a lo largo de nuestra vida, viene y va, es intermitente, a veces se nota como si la pérdida hubiera sido ayer aunque hayan pasado mil años, otras épocas es soportable, pero lo que uno tiene que saber es aprender a vivir con él.

Muchas veces, el dolor nos confunde, nos preguntamos, como puede ser que eche de menos el lugar de trabajo donde me sentía tan mal, o como puede ser que añore a mi pareja cuando ya no la soportaba, o aquel amigo tóxico que te sacaste de encima y hoy recordando una noche de copas, lo echas de menos. Pero es que , el final de una etapa, no es fulminante, son como capas de cebolla, hay muchos duelos dentro de una sola muerte, la muerte de lo que eras, la muerte de tus expectativas, de tus sueños, de la inocencia, de tus proyectos de futuro, de lo que creías que significaba la amistad, o el amor, del otro, de su compañía,… Un paciente me comentó que le preocupaba la contradicción que sentía cuando por un lado quería con locura a su mujer y sentía ilusión por sus proyectos de futuro juntos, sin embargo, seguía acordándose de su relación anterior aunque ya llevaran tres años separados. Casualmente, después de nuestra sesión su ex le envió una foto del perro que habían comprado juntos, le explicó que aquel mismo día lo iba a sacrificar porque estaba mayor y enfermo, le avisó porque creyó que era justo compartirlo con él. Mi paciente lloró toda la tarde pero entendió que era una parte más del cierre de la historia, y se permitió quererla, lloraba por lo que nunca serían, sin sentirse culpable, sin sentir que a veces echar de menos a tu pasado, no significa que desees volver a él, y que seguir queriendo a las personas que dejaste atrás, no significa que quieras menos a las personas que finalmente has escogido para compartir tu vida.

El sentido de la vida

Por mucho que a veces lo malo sea lo que peor nos puede pasar, muchas veces, a toro pasado, sentimos que aquella experiencia fue necesaria para ser la persona en la que ahora nos hemos convertido. A veces esa puerta que cerramos nos da la posibilidad de abrir otras puertas, distintas pero también con sorpresas agradables. Al final, los cambios surgen de pequeños o grandes incomodidades, pero son precisamente esas incomodidades, las que nos mueven y nos llevan a crecer. Tras una muerte,se puede volver a la vida, a pesar de que la pérdida nos haya destrozado por dentro, y luego seamos personas distintas.

El secreto cuando un alma está herida es transformarla en belleza, en poesía, en solidaridad, transformarse a través del amor por la vida. Encontrar un motivo por el qué vivir o a alguien por quien vivir. Holderlin decía que la poesía era el hospital de las almas heridas. Si logramos transformar nuestra herida en algo constructivo igual encontramos un tesoro: el sentido de nuestra vida.

“ Es extraña la forma en que las cosas adquieren sentido cuando terminan… es entonces cuando comienza la historia” J.L Godard. Éloge de l’amour, Film Remiscence, 2001.

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