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“¡Prohibido enamorarse! ¡Prohibido sufrir!”

"¡Prohibido enamorarse! ¡Prohibido sufrir!" | Woman·s Soul

Los cambios culturales y los avances tecnológicos hace de nosotros quienes somos y, entre otras cosas, modelan nuestros estilos de relación. Todo cambia. Desde la manera de conocer y encontrar una pareja hasta las formas caprichosas que adoptan las familias de hoy. Hasta hace un par de años, quienes buscaban pareja lo hacían vía Internet, a través de páginas del estilo de Meetic o eDarling, que requieren un cierto sosiego y alguna que otra hora ante la pantalla del ordenador. Hoy, ya no hay tiempo que perder, las páginas de Internet han dado paso a las aplicaciones para el teléfono, más inmediatas..
A principios del Siglo XX, Freud achacaba las neurosis a las restricciones de la sexualidad, hoy, los métodos anticonceptivos nos han abierto las puertas para volver a las añoradas “condiciones primitivas” que teóricamente podrían acabar con nuestras miserias. La sexualidad puede expresarse hoy como al principio de los tiempos, sin tapujos y sin temor a las consecuencias. Además, la oferta es ilimitada, de manera que siempre puede haber alguien dispuesto a complacer nuestras urgencias sexuales. La pregunta que nos asalta es: ¿Somos más felices? ¿O sólo cambiamos unas miserias por otras? Si el amor y la cultura siempre nos han hecho sufrir, la cuestión a plantearnos sería: ¿Cómo nos hacen sufrir hoy? ¿Cuál es la queja?
Transcribo las palabras de una lectora que describen el tipo de relación que impera en nuestros días y cuya queja me parece que puede ser el eco de la queja de miles de mujeres de nuestros tiempos:
“Llevo algún tiempo aceptando ser “amiga íntima” de chicos que no quieren compromiso. Y hasta ahí todo bien, el problema empieza cuando yo, que en principio creo que sí puedo llevar relaciones de este tipo, entro en una especie de “círculo vicioso”. Empiezo manteniendo una cierta distancia, siendo esa “amiga/amante comprensiva”, haciendo ver que yo también estoy de acuerdo y que acepto ese trato de “intimidad” sin compromiso. Pero como la verdad es que desde hace años busco y estoy obsesionada por encontrar pareja, compartir mi vida, formar una familia, etc., sale mi verdadera “esencia” y si ellos se alejan, empiezo a perseguirlos. Y así, chico tras chico… Lo extraño es que soy consciente de todo ese “acoso” que les hago, y por el que yo también sufro. Y aún así, no lo puedo evitar. Intento dejar la relación, lo pienso, lo decido firmemente, pero no lo hago. Y así ya van 3 ó 4 con el mismo patrón.”
“¡Prohibido enamorarse! ¡Prohibido sufrir!” parece ser la consigna que caracteriza las relaciones de estos tiempos. Los vínculos son frágiles, líquidos, y en vez de echar unas raíces más o menos firmes que contribuyan a sostenernos, se nos escapan como el agua entre los dedos. Nada en ellos está destinado a permanecer ni a perdurar. Los estándares para definir el amor han bajado. Los fracasos amorosos se minimizan, y se resuelven terminando la relación rápidamente y volviendo a empezar desde el principio; algo así como reinicializando el disco duro del amor, sin pasar por el duelo que supone la pérdida de la persona amada. El “sal y diviértete”, o la filosofía del “un clavo saca a otro clavo” son los métodos más socorridos para no enfrentar la pena después de una ruptura, de manera que se encadenan los episodios amorosos intensos y breves que ya, de entrada, parten con la certeza y el destino de la fragilidad.
Pero sabemos que en las relaciones humanas nada es tan simple. De alguna manera, el método de protección contra el sufrimiento al que hoy se recurre, dejan a la persona aun más desprotegida, si cabe. Más sola de lo que estaba, abandonada a su pobre suerte. Cuando una relación de pareja se emprende desde el comienzo sobre la premisa de la fragilidad, cuando no hay ni siquiera espacio para la ilusión del amor eterno, del “eres el hombre o la mujer de mi vida”, la angustia ante la pérdida y la separación, se instalará también desde el principio. En nuestros días, estar en una relación significa una perpetua incertidumbre: “¿Hasta cuándo estaremos juntos? ¿Habrá algo que yo pueda hacer para conservarle?”, se preguntan una y otra vez quienes buscan una relación duradera.
Para protegernos del sufrimiento por amor, emprendemos relaciones efímeras, que en ocasiones nos producen otro tipo de sufrimientos… No hay trucos ni hay atajos. Las relaciones amorosas implican a dos personas con sus historias particulares y el resultado siempre es impredecible. Cada quien tendrá que decidir hasta dónde está dispuesto a arriesgar y a comprometerse, o hasta cuándo está dispuesto a esperar a que el otro se implique. Enamorarse siempre será una aventura de alto riesgo ¡que vale muchísimo la pena emprender!

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