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Laura Cortón, una mujer de teatro atenta a la emoción

“Hay que intentar estar con personas con las que quieres estar. Con las que conectas a nivel artístico y profesional. Con las que puedas hablar.”

 

Laura Cortón, actriz y productora teatral, es noticia porque acaba de estrenar Otoño en abril en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional (CDN). Obra escrita y dirigida por Carolina África que ambas han producido con su compañía La Belloch. Compañía a la que está fuertemente vinculada y con la que ha girado por toda España con el éxito Verano en diciembre, primera parte de la obra que acaba de estrenar.

 

Antonio Hernández (AH) ¿Qué es para usted estrenar en la sala grande del Teatro María Guerrero del CDN?

Laura Cortón (LC) – Ya estuve en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, también del CDN, con Verano en diciembre. Pero sí, es la primera vez que estreno en la sala grande del Teatro María Guerrero. Ni te imaginas lo que supone para mí.

Lo primero a nivel artístico, porque es la meca del teatro a nivel nacional. Como actriz es un sueño cumplido. Y como productora es un regalo y una recompensa a todo el trabajo de La Belloch, una compañía en la que tenemos que hacerlo todo nosotras mismas, en la que trabajamos de forma artesanal, a fuego lento.

 

AH – ¿Cuáles cree que han sido las claves para llegar hasta este escenario?

LC – El tesón. El camino es duro y no hay que desanimarse. Hay que invertir energía, trabajo y dinero. El esfuerzo económico también es importante. Por suerte las cuatro que nos juntamos en un principio teníamos otros trabajos que nos proporcionaban el dinero que había que invertir en la compañía.

 

AH – Para poder seguir adelante con La Belloch ¿qué otras actividades han tenido que hacer?

LC – En mi caso, doy clase en el Aula de las Artes de la Universidad Carlos III de Madrid (uc3m). Soy de las afortunadas porque me dedico a algo que tiene que ver con mi profesión.

Dos de las cuatro personas que creamos La Belloch se dedican además a otras cosas que no tienen que ver con el teatro o con la interpretación. Virginia Frutos es psicóloga. Y Almudena Mestre es arquitecta. Luego hemos descubierto que estas otras facetas aportaban mucho a la creación, por ejemplo, Almudena diseñó la escenografía de Vientos de Levante.

Ahora, en La Belloch solo quedamos dos personas de las cuatro que la empezamos: Carolina África y yo. Carolina también tiene la suerte de dedicarse al teatro fuera de La Belloch. Por ejemplo, ha hecho adaptaciones de clásicos para la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) por el que ha estado nominada a los Premios Max 2020.

 

AH – Aparte del tesón y la independencia económica ¿qué otros factores pueden haber intervenido?

LC – La calidad. Cuidamos mucho lo que hacemos y los recursos que usamos. Desde los textos de Carolina, que son maravillosos, como su dirección. Pasando por las actrices que intervenimos en las distintas producciones. La calidad artística de todos los que intervenimos en ellas es importante, así como lo que puedan aportar a las mismas.

 

AH- ¿Hubo algo en esa trayectoria de La Belloch que podía haberla desanimado?

LC – Esa sensación de que lo voy a dejar es persistente, pero siempre sucede algo que me mantiene aquí. Como estrenar en el Teatro María Guerrero o la ovación con la que fuimos recibidas cuando salimos del teatro tras el estreno de Otoño en abril [un grupo de espectadores y profesionales esperaron al equipo artístico de esta obra a la salida del teatro y cuando aparecieron las recibieron con un gran aplauso, algo insólito en el teatro español] Entonces pienso que eso es amor y que mi trabajo es amor.

Es cierto que durante el camino para sacar adelante una producción tienes la sensación de que ni la energía ni la inversión son retribuidas adecuadamente. Una sensación que se acaba cuando ves una producción en el escenario y te encuentras con la satisfacción del público que ha ido a verla.

Durante la producción de Otoño en abril, tanto Carolina como yo hemos hecho muchas más tareas de las que nos corresponderían por los roles que tenemos en la compañía. Lo hemos tenido que hacer porque sino no nos salen los números.

Mi sueño sería poder dar trabajo. Poder contratar gente y darles trabajo en condiciones dignas. Tener solvencia para poder pagarles. Como no llegamos a eso tenemos que asumir muchas tareas. Desde la dirección técnica a regiduría o a la carga y descarga del material.

 

AH – Aparte del público ¿qué la anima a quedarse?

LC – Lo que me hace quedarme, lo que me gusta de tener una compañía de teatro, es el amor que se crea al trabajar juntas. No solo somos compañeras de trabajo, somos amigas y nos queremos.

Llegar a una sala de ensayos y encontrarme con amigas, eso es maravilloso. Cuando hablo con otras personas y me cuentan los problemas que tienen con sus compañeros o con sus jefes, pienso que soy muy afortunada por poder trabajar con gente a la que amo. Esto es maravilloso.

A todo eso se añade que este trabajo me permite llegar a teatros como el María Guerrero o poder emocionar a los espectadores. El que la gente se emocione con lo que hago es muy gratificante.

 

AH – Usted se formó en Londres en la escuela de arte dramático Rose Bruford ¿qué le hizo volver a España?

LC – A mí me tira mucho mi tierra. Yo era feliz en Londres. Viví cuatro años allí, pero no acababa de sentirme de aquel lugar. No sé por qué, pues estaba cómoda.

Por extraño que parezca, al revés que el resto de los estudiantes españoles, yo hice un Erasmus en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD). Aunque soy de Bilbao, cuando pisé Madrid procedente de Londres, donde estudiaba, la ciudad me atrapó.

No sé si fue la vida de la ciudad o qué, el caso es que en Londres no tenía la misma sensación.

 

AH –¿Qué diferencias se encontró con lo que estaba aprendiendo en Londres?

LC – En la escuela yo estaba haciendo más teatro físico y performativo, mientras que en la RESAD vine para hacer un teatro más textual.

 

AH –¿Fue buscado o encontrado?

LC – No, no fue buscado. En el segundo año en la Rose Bruford todos los alumnos tienen que irse a escuelas europeas con las que tienen acuerdos. A mí, junto a otra española, nos mandaron a la RESAD porque uno de los requisitos para esta escuela era hablar español.

Durante el tiempo que estuve en Madrid hice muchas amistades, por lo que cuando acabé mi formación en Londres decidí volverme a Madrid.

 

AH – ¿Qué ocurrió cuando todos los compañeros del curso os reunisteis de nuevo en Londres?

LC –. Compartimos mucho. Cada uno traía su experiencia. Fue muy enriquecedor.

Lo que estudiaba en Londres era una diplomatura en European Theatre Arts. Allí me enseñaron quienes eran Barba, Grotowski, Tadeuz Kantor, a los que yo no conocía.

Era una formación muy práctica. Cada dos o tres semanas nos llevaban al teatro. Gracias a eso conocí el trabajo de Bob Wilson, DV8 o Complicité. Las obras que íbamos a ver luego eran debatidas en las aulas. Reflexionábamos sobre ellas y nos pedían que escribiésemos pequeños ensayos sobre ellas.

Estoy muy agradecida a esta escuela. Había grandes maestros. A algunos los llevo siempre conmigo.

 

AH – ¿Por qué decidió irse de Bilbao a Londres?

LC – No me fui a Londres buscando una escuela de teatro. Me fui a aprender inglés. Aunque toda mi vida había dicho que quería hacer teatro, estudié sociología. Cuando terminé la carrera estaba un poco perdida y no sabía qué hacer. Le dije a mi madre que me iba a Londres a estudiar inglés.

Allí entré a trabajar en un hotel haciendo camas donde conocí a una chica que estaba preparándose para entrar en la Rose Bruford. Le eché una mano para preparar el examen de ingreso y me pareció que la escuela estaba muy bien. Así que yo también lo intenté y conseguí entrar.

No fui yo quien buscó la escuela, sino la escuela la que me encontró a mí. No la conocía de nada, ni siquiera estaba buscando escuelas de teatro. A veces siento que son las cosas las que me encuentran a mí, el universo me pone cosas delante para que me centre.

 

AH – ¿Por qué decidió hacer una compañía con sus compañeras de curso en Londres?

LC – Unas compañeras de la escuela teníamos una visión similar sobre lo que nos gustaba en teatro por lo que empezamos a explorar juntas las propuestas que nos hacían en clase.

Al final acabamos montando un espectáculo llamado Nana del caballo basado en El público de Lorca. Era una cosa muy loca pero muy bonita que hicimos coincidiendo con el final de la formación en la escuela. Por eso decidimos moverlo y para poder moverlo creamos una compañía.

La compañía no duró mucho en el tiempo. Poco a poco nos fuimos desvinculando. Por ejemplo, yo me vine a Madrid. Pero aún así hicimos dos espectáculos. El anterior y Fear que era un texto de una de las componentes. Como esta compañera era islandesa acabamos presentando estos dos espectáculos en Islandia.

 

AH – ¿Cómo se mueve este tipo de obras en Reino Unido?

LC – La verdad es que nos movíamos en el ambiente alternativo. No veo mucha diferencia en cómo se pueden mover ahora las cosas en el teatro alternativo en Madrid.

Allí también hay pequeñas salas, lo que pasa que las hay a montones. Por todos los lados. Esto supone que se tienen muchas oportunidades para estrenar. Por ejemplo, nosotras que éramos unas chicas recién salidas de una escuela pudimos estrenar en Candem Town que es una zona supercool de Londres.

Además, eran muy receptivos a lo experimental y a cosas nuevas. Tenían el ojo hecho a ese tipo de espectáculos y avidez por verlos.

 

AH – ¿En Madrid usted comenzó en otra compañía antes de crear La Belloch?

LC – Sí. Conocía a Virginia Frutos del Erasmus que hice en la RESAD. Era mi vínculo con Madrid. Junto con Gloria San Vicente, también de la RESAD, comenzamos a montar cosas.

Hicimos un espectáculo muy gamberro, tipo clown, que dirigía Gloria y que interpretábamos Virginia y yo. Se llamaba Dejemos de estar. Funcionó muy bien. Estuvimos en la Sala Triángulo [local que ocupa en la actualidad el Teatro del Barrio] dentro del festival Scena Simulacro, incluso ganamos el premio que daba este festival. Llegamos a ir al Festival Internacional de Benicasim (FIB) con esta obra.

 

AH – ¿Qué les hizo crear La Belloch?

LC – Cuando Virgina Frutos, Carolina África, Almudena Mestre y yo empezamos a soñar con tener un local. Un lugar en el que pudiéramos preparar nuestros espectáculos, dar clases u organizar residencias teatrales entre otras cosas.

Encontramos el local en la calle Peñuelas coincidiendo con el Premio Calderón de la Barca 2012 que le dieron a Carolina por Verano en diciembre. Una obra que quería montar. Fue en ese momento cuando nos dimos cuenta que teníamos un local, un texto y un equipo humano, y nos decidimos a crear una compañía e ir a por ello. Así surgió La Belloch

 

AH – ¿Por qué se pasó del teatro más experimental a un teatro de texto y más costumbrista?

LC – Porque me gusta. Me gusta mucho el teatro físico. Se puede comprobar viendo cómo disfruto con algunas de las cosas que hago en Otoño en abril. Pero también me gusta mucho el teatro de Carolina. No sé si sus obras son costumbristas, pero sus textos me parecen maravillosos. A mí me gusta lo que me emociona independientemente del formato en el que venga.

 

AH – Aparte de ser profesora en la Universidad Carlos III ¿ha hecho otras cosas fuera de La Belloch?

LC – Desde que se fundó la Belloch, he trabajado además con Abel González Melo, que es compañero de la Carlos III y dramaturgo y director de teatro. También he trabajado en audiovisual, por ejemplo, en el cortometraje Woman in Vaivén que rodé en Edimburgo; aunque en general el trabajo en La Belloch ha sido muy intenso estos años y me ha tenido bastante ocupada.Pero, por supuesto, estoy dispuesta a hacer otros cosas si me lo propusiesen. Lo que quiero es trabajar.

 

AH – ¿De qué da clases en la Universidad Carlos III?

LC – Doy clases de interpretación a los alumnos de otras disciplinas o carreras. Muchos vienen por los créditos. Otros no. Otros vienen porque están interesados en la materia. Lo que hacemos es sembrarles la semilla del teatro.

Luego llevo con Abel el grupo estable de teatro de la universidad con el que montamos un espectáculo todos los años. Todos menos este que se canceló por la pandemia.

 

AH – ¿Qué papel tiene en estos montajes?

LC – Hago la ayudantía de dirección y el entrenamiento actoral.

 

AH – Recientemente han cerrado el local de la calle Peñuelas ¿qué le ha supuesto?

LC – Una pena, la verdad. Como he contado, la búsqueda de la sala fue el comienzo de todo. Pero el local suponía una carga económica y un desgaste energético importantes. Dejarlo nos ha permitido hacer hueco para que puedan venir otras cosas. Las escenografías las hemos tenido que llevar a un almacén. Y ya veremos cómo lo haremos cuando tengamos que ensayar.

 

AH – ¿Cómo se afronta un estreno en esta situación de pandemia? ¿Tenéis gira?

LC – No, no tenemos gira todavía, aparte de un bolo en Arroyomolinos en noviembre. La pandemia añade más incertidumbre a nuestra profesión que, por otro lado, siempre hemos tenido.

 

AH – ¿Cómo se enfrenta a la incertidumbre?

LC – Hoy en día hay que vivir en presente. Disfrutar que estoy en el Teatro María Guerrero. Algo por lo que me siento muy afortunada porque hay muchos compañeros que no tienen trabajo y no lo están pasando muy bien.

Así que me levanto todos los días diciendo “hoy actuamos en el teatro”. Mañana, vete a saber. Ya veremos lo que pasa.

 

AH – Los actores y las actrices estáis muy acostumbrados a vivirlo todo en presente, al menos en el escenario.

LC – Sí, es verdad. Aunque la pandemia nos está situando en una realidad en la que nunca sabes lo que va a pasar. Sin embargo, no se entiende por qué antes no pensábamos así, por qué nunca sabíamos lo que iba a pasar.

Antes tenía la vida como superestablecida. Sabía lo que iba a hacer en vacaciones y en navidades. Hacía muchos planes. En realidad, no tenían mucho sentido tantos planes.

O sea, que ahora estoy como deberíamos vivir realmente. Hoy es hoy y mañana será otro día. Puedo decir que me siento feliz por lo que tenemos ahora y, con un poco de suerte, hasta el cuatro de octubre estaremos en el Teatro María Guerrero.

 

AH – ¿Qué va a suponer Otoño en abril en su carrera?

LC – Ha sido la apuesta más grande que Carolina y yo hemos hecho como productoras con La Belloch. Económicamente y de proyecto. Viniendo de proyectos más pequeños, cocinados a pequeña escala, da vértigo una apuesta de este estilo.

Cuando leí el texto, solo pude decirle a Carolina que lo hiciéramos. Me gusta mucho el texto y, además, quería saber qué pasaba con la historia de estas mujeres que había conocido en Verano en diciembre.

He hecho Otoño en abril con una fe ciega porque confío mucho en su calidad. Y porque confío mucho en Carolina como dramaturga y como directora de teatro.

 

AH – ¿Qué es para usted la calidad en teatro?

LC – Es algo que me mueve, que me emociona.

 

AH – ¿Qué es lo que más le emociona cuando va al teatro?

LC – Me emocionan las historias sencillas, sobre todo eso. Aunque si te digo la verdad, no sé muy bien lo que me emociona. A veces leo una obra o la veo me hace llorar, reír a carcajadas o me pone los piel de gallina pero no sé que aspectos de esas obras me lo producen.

 

AH – Comentando esta obra con una persona conocida me decía que le parecía una serie de televisión ¿participaría en esa serie? ¿Y qué personaje le gustaría interpretar?

LC – Me encantaría hacer una serie protagonizada por esta familia. En Verano en diciembre interpreto a Carmen [una de las hermanas protagonistas, casada, con una hija pequeña, bien situada económicamente, pija, pero que juega al fútbol y tiene una amante femenina]. Es un personaje que me gusta mucho.

Pero yo me identifico con Noe, Noelia, la hermana ausente. En mi familia real yo soy Noelia. Soy la que viaja, la que se fue a Londres, la que no está en casa o cerca de casa. Por eso le tengo cariño.

 

AH – Escuchándola parece que el azar ha tenido un papel muy importante en su vida profesional.

LC – Creo que el azar es muy importante, pero también es importante saber ver las señales. Es verdad que siempre digo que la escuela de teatro de Londres o La Belloch me encontraron a mí. Pero también he estado con el ojo abierto para ver estas oportunidades.

 

AH – ¿Qué tiene Laura Cortón para que le surjan esas oportunidades?

LC – Creo que me mantengo despierta para poder abrazarlas cuando aparecen. No creo que tenga un ojo especial para verlas. Puede que algunas han pasado delante de mí y ni me haya enterado. Sin embargo, sí que creo que estaba atenta a determinadas cosas y cuando han aparecido las he cogido.

También es importante saber escuchar. Cuando escuchaba hablar a Virginia, Almudena y Carolina, sabía que quería estar en lo que iban hacer, quería estar en sus proyectos, en La Belloch. Sentía que conectaba con ellas. No me quería perder lo que me estaban contando.

Y cuando me sucede esto, pongo todo mi ser ahí. Me digo que tengo que dejarme la piel en ello.

Y es que pienso que hay que intentar estar con personas con las que quieres estar. Con las que conectas a nivel artístico y profesional. Con las que puedas hablar. A mí me pasa con Carolina y con el resto de las compañeras que he tenido en La Belloch. Es verdad que no siempre se puede. Hay que comer. Pero cuando se pueda, lo mejor es juntarse con gente con la que te entiendes a nivel profesional y personal.

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