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Ni una vida más

Anoche sucumbí ante mis deseos y termine releyendo estas paginas de un libro sin publicar.

“Un aroma fuerte le arrebato los pensamientos justo cuando el bosque se cerraba y la calzada ya hacia tiempo había dejado de ser calzada para convertirse en un camino cerrado con rocas a ambos lados llenas del verde musgo húmedo y resbaladizo los constantes puentes de madera avejentada que cruzaban el serpenteante riachuelo que en ocasiones hacia pequeños embalses de agua reposada y cristalina. Le cautivo la atención el aroma intenso del romero que en muchas ocasiones se utilizaba en las cocinas, en las curaciones o en las aguas de baño.

Al ver entre las espesas ramas de los arboles en uno de estos embalses naturales, no muy profundo, podría tener un metro o metro y medio en las áreas más profundas, el agua totalmente cristalina dejaba ver con claridad el entorno de cada piedra en el fondo y en la parte baja del embalse al lado contrario desde donde se encontraba Antonio vio el suave chapoteo de las aguas que acrecentaban el olor intenso de la suavidad endulzante del romero.

No podía creer lo que sus ojos veían, habían pasado muchos días, semanas y meses sin ver el cuerpo reluciente de una mujer desnuda, estaba de espaldas, el agua cubría hasta la parte alta de sus muslos rosados por el frío de las aguas, el resto del cuerpo delgado y curvo como las suaves rocas domadas por las fieras aguas de los ríos, toda una figura de nácar reluciente, perfumada con los aceites del romero y una cabellera roja que caía hasta la mitad de sus espaldas que como figura indeleble quedaría grabada en los recuerdos más centelleantes de sus memorias. Su mover reflejaba la lentitud de una hoja que el viento mese con las caricias de una brisa cálida de verano dejando ver el contorno de sus pechos al voltearse levemente lo que provoco que ríos de sangre ardiente recorrieran el cuerpo de Antonio.

No se resistiría, no tenia las fuerzas de sobreponerse a semejante maravilla angelical que rayaba en el misticismo de las leyendas de los bosques y sus riachuelos llenos de apariciones. Acaso seria esto una de esas leyendas tomando vida en la más realista de las fantasías creadas en el silencioso bosque de sus ilusiones. Tenia que averiguarlo, seria sigiloso como lince que se abalanza sobre su presa. …el paraje era lo suficientemente solitario y boscoso como para satisfacer el torrente de ansiedades y golpes de calenturas y deseos. Con rapidez se quito la ropa y la escondió entre las piedras de la orilla por donde entraría calladamente al rio. Se sentía como un chaval, como si de repente no tuviera edad alguna y solo había en él las ansias de satisfacer la mayor de las lujurias, que adormecidas por mucho tiempo dentro de si, despertaban como volcán ardiente en erupción.

Cada vez más cerca e intenso era el olor del romero, la chica que mecía sus manos al viento con suavidad mientras sostenía pequeños ramos de romero que con el movimiento rozaban las aguas como queriendo purificarlas.

Antonio se sumergió y nado bajo las aguas, lo cristalina que eran le permitía ver las piernas desde lejos y saber como se acercaba poco a poco , cada vez se encontraba más cerca, ya faltaba poco en un instante se abalanzaría sobre ella como fiera que le arrebata la vida a su presa. Llegó, ya era el momento, salió del agua con fuerza y fuertemente la agarro por la cintura. Ella sin emitir ruido alguno tropezando sus pies con las rocas del fondo se fue de espaldas cayendo sobre Antonio. Fue entonces cuando un torrente de frío recorrió el cuerpo de Antonio que paralizado por un instante, no supo como reaccionar ante el horror de ver el río de sangre que salía de la mano izquierda de la chica, entre medio del puñado de romero de la mano derecha tenia un puñal con el que poco a poco se había destrozado el antebrazo izquierdo. Sus ojos desorbitados, el rostro inexpresivo, sin pronunciar un solo gemido, mucho menos una sola palabra. Antonio la sostenía en sus manos sin saber que hacer, la lujuria de un instante ya disipada se tornaba en ternura y es que aquella niña podía ser su hija.”

Ayer recibí una noticia que me hizo volver a los laberínticos caminos de la mente, entre el dolor que produce la muerte y la fragilidad emocional que puede provocar su desenlace. Enfrentada a nuestra incapacidad de ver un poco más lejos, por encima de las necesidades individuales del momento.

Me conmueve después de años de tratar con el dolor de las emociones y ver como lucharon mis hijas, al intentar caminar como eco de la razón y solo ver el doblar de sus rodillas ante el vapor embriagador de sus emociones. Y es que no se trata de cuan lleno o cuan vacío pueda verse un vaso como lo describen muchos hoy en día, sino más bien lo significativo está en cuan pesado es y por cuanto tiempo puede sostenerse el vaso posiblemente con solo cinco onzas de liquido. Mientras más pasa el tiempo sin importar la cantidad el peso se vuelve insostenible.

Comprender esto es totalmente necesario pero más aún lo es la sensibilidad del corazón para atender este tipo de situaciones extremadamente complejas y ni si quiera se obtiene de la experiencia, es que ningún caso es igual a otro, es muy difícil juzgar las circunstancias particulares de unos, por las circunstancias particulares de los otros. Sin duda alguna que hay factores repetitivos que pueden arrojar luz. Pero es necesaria una sensibilidad que trasciende nuestras capacidades y que solo con la sabiduría de Dios podemos lograr ser asertivos. Lo que me hace tener compasión por aquellos familiares que naufragan en las aguas turbulentas de la desesperación al no lograr ver, comprender o tocar el corazón de una hija que sucumbe entre sus emociones.

Y es que como padre enterraría mis manos en las profundidades de su existencia. Donde el árido silencio sepulcral va acompañado del fuerte eco que retumba y que hiere como centella por que así como el perro regresa a su vomito, son los recuerdos fugaces que se empeñan en resurgir de forma nauseabunda hiriendo el alma.

Cuando se intenta contra la naturaleza tormentosa de nuestro camino es imposible no quedar de rodillas en el inmisericorde vacío de un camino que no contiene nada tan grande como para llenar el espacio de la ausencia que atosiga el ser, lo que nos hace necesario cambiar de camino a otro camino desde el cual las tormentas naturales se ven con otros ojos y sus aires se respiran de otra manera al venir a caminar por el verdadero camino que disipa la maldad de nuestro corazón y donde El es quien tiene el tamaño adecuado como para llenar en amor el espacioso vacío socavado por las amarguras del corazón. Como la llave forjada únicamente para llenar los espacios de las cerraduras del corazón o como guante tejido a la medida para las manos del que lleva el callado y camina por la calzada viendo lo que los ojos naturales no pueden ver.

Para venir a caminar entre los pesares llenos de soledad, de esas soledades que solo un alma en paz desvela y valora como el más maravilloso de los silencios, el que retumba en el profundo agradecimiento de los detalles del camino y sus sorpresas en colores que nunca había visto y olores que nunca había apreciado con tanta fuerza como al agolparse   dentro de si la presencia inconfundible de aquel que nos llama de entre las aguas del naufragio de la vida a las orillas de la vida serena y anhelada.

Todas las necesidades humanas están dirigidas a ser llenas y satisfechas, la sed es una necesidad física que esta para ser satisfecha por agua, la necesidad de comer esta para ser satisfecha con la comida misma, pero la necesidad infinita del corazón del hombre no podrá ser llena con nada finito, solo podrá ser satisfecho por algo infinito y solo hay un ser infinito de tan grande dimensión como para llenar ese espacio en la vida de cada cual, en el corazón humano. Nos confundimos al creer que somos cuerpos con espíritu, que controlamos los destinos y las reglas del juego de la vida, cuando en realidad somos espíritus con cuerpo en un mundo o en un reino espiritual que se bate en un continuo duelo o lucha a muerte por el dominio de la verdad, que liberta o la mentira, que enlaza las almas a la oscuridad.

Si no menciono tu nombre es por respeto al dolor de tus familiares. Hace tan solo unos meses te retrataste con la frase en tus espaldas, “Ni una más”, fotografía que utilizamos en un articulo anterior y te lleno de gran alegría verla en el blog, expresándolo en las redes sociales. Sin saber que hoy te sumarias a las estadísticas de aquellas víctimas del abuso emocional que trasciende los linderos de las relaciones.

La noticia de ayer, de que decidiste terminar con tus dolores, duele fuertemente, duele que llegaras a esto, pero el lamento es igual de profundo y no puedo ocultarlo, al pensar en aquellos que mirando no pudimos ver y escuchando no pudimos oír y no por falta de amor o deseo en el intervenir sino por la impotencia en la que desmayamos en nuestro caminar. Los que quedamos hoy, batallamos con el amargo dolor de tu partida y el desgarrar de la impotencia.

Debemos repensarnos a nosotros mismos, repensarnos la vida que elegimos, somos libres de elegir pero no seremos libres nunca de las consecuencias de nuestras decisiones. Debemos como pueblo repensarnos la dirección colectiva de nuestra gente con el incalculable valor que cada uno tiene y dejar a un lado aquellos intereses que al momento de la verdad se corroen en si y corroen el ser, arrastrando el alma.

Quiero terminar con el mismo reto que terminara aquel primer articulo.

Se necesita tanto, de una comunidad para destruir con la fuerza avasalladora del abuso emocional o de cualquier otra índole a un ser, como se necesita de otra comunidad entera para restaurarla y detener el abuso.

Yo tengo muy claro a que comunidad quiero pertenecer. ¿Y tú?

Autor: Carlos Frontera Suau

Modelo de Fotografía: La protagonista de esta ‘Tristeza Infinita’

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