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¿Qué te pierdes de tu maternidad?

Qué te pierdes de tu maternidad?

Ser madre trabajadora.
Días en los que no hay tiempo, se suma el trabajo, las obligaciones, faltan horas.
Que te pierdes del día a día de tus hijos? Esa pregunta que te haces, o ese comentario ajeno, que todos escuchamos alguna vez.
Quiero verlos crecer, no perderme nada… Por eso decidí quedarme con ellos.
Y como un hachazo recibes sin haberlo solicitado y marchas a tus obligaciones con el corazón encogido.
Quedarte observando como crecen, como quien vigila la carrera de un caracol, para no perder ni la sombra de un movimiento…
Decisiones vitales que se juzgan sin más. Como si la vida no estuviese llena de opciones y caminos.

Qué te pierdes de tu maternidad?
Qué me pierdo de mi maternidad?
Qué te pierdes en tu día a día, todas esas horas en las que no estás, en las que no eres partícipe de su tiempo y de su espacio.
Días de trabajo, compromisos, deberes…
Y si lo tuvieses todo? Y si no te perdieses nada?
Vivir con la sensación de perderse algo, de no darlo todo, de no estar permanentemente, no importa si trabajas o si no, creo que el sentimiento es el mismo, el de siempre, el de no terminar de hacerlo bien. Como si la vida fuese un curso llena de evaluaciones y examen con puntuación final.

Cambia la pregunta: Qué NO me pierdo?
Todo lo que hace grande cada segundo a su lado, esa sonrisa al verme llegar, el grito de júbilo, los abrazos y los besos, o esa premura: Ha llegado mamá! Es la hora de las cosquillas!
Los secretos guardados hasta mi llegada, las confidencias al oído, las historias contadas entre los abrazos de buenas noches.
No, yo no les llevo al colegio, pero les despierto a besos, y compartimos minutos apretados para dar los buenos días a los primeros rayos de luz…
No, no les recojo en la fila al salir de clase. A cambio me reciben en mitad de la merienda entre risas e historias.
Nos cuestionemos y examinamos temiendo el olvido, no el nuestro, el suyo…

Qué te pierdes? Cómo sabes que no perderás su primer mamá si no estás?
Los primeros balbuceos, y aquel primer mamá, sí, yo si estaba, como tu, porque su primer mamá no valdría nada sin ser dirigido a ti. Porque ese balbuceo no era el primero si no lo disfrutaste. Es así, sin más.

El primer abrazo de cada uno. Ese olor a vida, ese tacto resbaladizo, ese calor húmedo y frágil.
No olvidaré porque no me perdí los primeros brazos estirados, reclamándome. Esa necesidad primal.
El primer abrazo necesitado, aquella vez que llegaste a recogerlo después de trabajar, porque todos los demás no tuvieron valía, sólo ese, necesitado de ti, de nadie más. El primero. El único.

Recordaré el primer beso dado, sobre su cabeza redonda y esa pelusa suave.
Y ese primer beso recibido, sus labios fruncidos buscándome. No se si fue el primero, si tal vez ya había hecho prácticas con otros. Pero se que fue el primero, mi primero.
El único que me habría dolido perderme.

Recordaré sus manos, diminutas y preciosas junto a las mías, observadas sin descanso día tras día .
Aquellos cinco lobitos, los primeros que desataron mi sonrisa, una actuación privada, para mi, irrepetible.
Y esa mano agarrándome al andar, y esa mano que me busca en el sofá silenciosa, hambrienta de mi.
Qué me importan el resto de manos? El resto de horas?
Esa es mía. Única y maravillosa.

Recordaré su primera sonrisa, y esas miradas de amor infinito. Las mismas que aún recibo, a diario, esos ojos brillantes al verme, esa bienvenida alegre, festiva. Ese mamá…

No me preguntes qué me pierdo, porque disfruto de cada segundo, de cada gesto, de cada movimiento.
No te compares, no midas, cada maternidad es única, y detrás de cada madre trabajadora también hay una madre a tiempo completo.
Y detrás de cada madre a tiempo completo hay una mujer que siente lo mismo que tu.

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