Ana Wagener es la actriz que acaba de estrenar “La voz humana” de Jean Cocteau adaptada y dirigida por Israel Elejalde en el Teatro Pavón Kamikaze dentro del ciclo Femenino Plural. Ciclo del que ya se ha hablado en esta sección y en el que se trata de analizar y debatir sobre la situación de la mujer en el siglo XXI a partir de obras de teatro. Detrás quedan películas, series de televisión y, sobre todo, obras de teatro. Una carrera arriesgada y llena de secundarios que poco a poco le ha ganado el reconocimiento de la profesión y del público catapultándola, cada vez más, a personajes protagonistas. Hasta llegar a esta mujer enamorada que llama a su pareja que la acaba de dejar.
Antonio Hernández (AH) – En otras versiones que he visto de “La voz humana” se mantiene el teléfono de pared o de mesa y el cable ¿también en esta versión?
Ana Wagener (AW) – No, Israel Elejalde ha actualizado la pieza, pero la esencia sigue siendo la misma, que es lo que importa. Es una adaptación muy fiel a la de Cocteau y muy reconocible para el público actual. La protagonista es una mujer del siglo XXI profundamente enamorada, y seremos testigos de su última conversación telefónica con la persona amada.
Cocteau escribió la obra en los años 30, cuando el teléfono empezaba a ser utilizado por las clases más pudientes. En la versión original existía una diferencia de clase social entre la mujer y el hombre. Por ejemplo, cuando ella llama a su casa, le responde el mayordomo.
Israel, en su versión, lo ha cambiado por algo tan reconocible como hablar en casa por el móvil o desde el fijo cuando pierdes la cobertura. Esto posibilita que todas esas interferencias que existen en la obra original, sigan teniendo lugar en la versión que representamos. Y la metáfora de “cuando cuelgas, me cortas el aire” sigue teniendo un papel importante…
AH – ¿Los temas, como el amor, siguen estando?
AW – Por supuesto, de hecho es el tema central. Aquí Cocteau hace una reflexión sobre el ser humano ante la dependencia del amor. Cuando te aman, te sientes la persona más afortunada del mundo. Pero cuando el amor se acaba, todo se desvanece, la autoestima se pierde y nos volvemos muy vulnerables.
Cuando se rompe una relación y desaparece la persona que amas, todo pierde sentido: respirar, levantarte, acostarte, tomarte un café… Todo.
A esta mujer se le ha cortado el “hilo” que, metafóricamente, le daba el aire para respirar, por eso en esos “cortes” o ” interferencias” la muerte está presente, como está continuamente en la obra de Cocteau.
Creo que en esta obra hay muchas pinceladas autobiográficas del autor, él vivió la dependencia del amor en sus propias carnes y la pérdida del mismo. Se dice que escribió la pieza para Édith Piaf. Eran íntimos amigos. De hecho, ella está muy presente en nuestro montaje
AH – ¿Cómo?
AW – En la música, Israel ha hecho una selección de algunos de sus temas, muy acertada. Para mí [Edith Piaf] es una fuente de inspiración. Siempre que la oigo me emociona profundamente. Me parece una poeta que recita, una actriz que interpreta, una cantante que crea… es impresionante. Cuando llego al teatro, me pongo su música para entrar en contacto con la emoción y con ese mundo del que arranca el personaje.
AH – ¿Cómo se prepara uno para tener voz humana en un escenario?
AW – Eso me pregunté yo cuando Israel me llamó por teléfono y me dijo si quería hacer “La voz humana”. Le dije que sí pero cuando colgué pensé: “Madre de mi alma donde me he metido.” Y “¿Esto cómo se hace?”
Para mí ha sido un aprendizaje. Me apasiona la pieza, me emociona profundamente la palabra de Cocteau. Me di cuenta de que era algo tan fácil (y tan difícil) como relajarme, respirar, abrir las compuertas para que todo fluya. Una cuestión de confianza. Y por supuesto, entregarme sin resistencia a la dirección de Israel. Sin él no hubiera sido posible.
AH- ¿Cómo han ido los ensayos con público? ¿Cómo ha reaccionado?
AW – Francamente muy bien, he sentido a los espectadores muy atentos, muy respetuosos.
Me da la sensación de que son conscientes de que asisten a algo muy privado. Que “invaden” la intimidad de un momento único y personal. Puedo sentir su silencio e incluso en ciertas ocasiones su incomodidad, imagino, a vivir ese “momento” en distancia tan corta.
AH – En la obra nunca se oye la voz del otro lado de la línea ¿qué crees que oye el personaje?
AW- En los ensayos hemos creado con Israel un personaje [al otro lado de la línea]. ÉL queda retratado al final de la función. Tampoco se dice el nombre de los personajes. Porque hay algo universal en esta pieza. Casi seguro que cualquier persona que entre en la sala ha amado en algún momento. Casi todos se reconocen en alguna parte de la función.
AH – ¿Cree que la reacción sería la misma ahora que cuando se escribió la pieza?
AW – ¿Por qué no? Es una pieza que envejece bien, sí. De hecho se ha representado infinidad de veces. La evolución que pueda tener el amor está en la forma, pero en el fondo sigue siendo un sentimiento que no tiene época. Cada uno con su temperamento le da la temperatura que su corazón le permite.
AH – Viendo su currículo, sobre todo en la parte teatral, se ve que ha elegido obras no populares y que no pertenecen al teatro comercial, lo que no quiere decir que no hayan tenido éxito. Sin embargo, es conocida por el público, sobre todo el teatral, y su trabajo es reconocido por los profesionales con muchas nominaciones y premios importantes ¿a qué cree que se debe?
AW – Cuando alguien elige también tiene el derecho a equivocarse. Soy muy intuitiva e instintiva. Hay algo en mí a lo que siempre hago caso. Si ese “algo” me dice que no fluye, no hay nada que hacer.
En mi carrera me he encontrado directores y directoras con los que no comulgaba por igual, pero siempre se puede negociar. Yo no me suelo callar cuando algo no me convence. Creo que con respeto y honestidad, siempre se llega a un entendimiento.
No creo en las luchas, no me gustan los egos. Soy antiego. Creo que aquí trabajamos codo con codo para llegar a un fin común.
Con “La voz humana” me enfrento a un monólogo por primera vez en mi vida, pero he trabajado mano a mano con Israel Elejalde. Y hay un equipo detrás que ha hecho que esa pieza sea hoy lo que es. La escenografía, el espacio sonoro, la música…
Muchas veces me dicen que he tenido suerte. Igual sí, pero yo no creo que haya sido esa la única razón. Me siento afortunada, cómo no. Ahora me empiezan a ofrecer papeles de mayor envergadura. Pero ahora. Me ha costado mucho trabajo ir metiendo la cabeza. En cine casi siempre he hecho papeles secundarios y me encanta. Siempre que tengan un interés, que haya dónde “hincar el diente”.
Yo creo que si afrontas el trabajo con honestidad, y dejando que tu tejido emocional esté al servicio del personaje, el público lo va a recibir. Ayer lo decía en la Cadena Ser en una entrevista: “La gente quiere sentir. Cuando va al teatro quiere sentir.” Quiere algo que le emocione y conmocione. Que cuando salgas, algo haya cambiado en ti. Que se te hayan movido cosas.
A mí me pasa lo mismo cuando trabajo. Esto ha sido el denominador común de mi carrera.
Me siento afortunada y querida. Cuando han llegado todas estas nominaciones, y premios, siempre me sorprenden, porque somos muchas y hay actrices estupendas en este país. Que te elijan siempre es un orgullo y un honor..
AH – Ha dicho que es el primer monólogo que hace ¿por qué?
AW – No estaba dentro de mis planes. A lo mejor puedo aparentar mucha seguridad, pero yo soy una actriz con muchas inseguridades, muchos miedos, como tenemos todos. Hacer un monologo, da un poco de vértigo. El simple echo de estar sola.
En este caso Israel Elejalde ha sido el que me ha invitado a dar ese paso. Y se lo agradezco. Ha sido un acto de confianza por su parte. Este proceso, me ha ayudado a afianzarme y confiar. A crecer, en definitiva.
Los primeros días tenía un poco de miedo demás y me lo he ido quitando poco a poco porque él me ha ido dando confianza. Ha sido un acto de confianza. Yo creo que conmigo misma debo ser más generosa. A veces soy demasiado autocrítica. Esto lo estoy trabajando a medida que voy creciendo. Me tengo que querer también un poco a mi misma porque a veces tiendo al perfeccionismo y esto es muy complicado.
AH – ¿Se aprende con la edad? ¿Trabajando?
AW – Sí, ya lo creo, con la edad, trabajando y adquiriendo confianza. Esto es una carrera de fondo. Yo sé que después de hacer este monólogo habré crecido un poquito más.
AH – ¿Es más fácil ser dirigida por directores que también son actores, cómo Israel Elejalde que la dirige en esta obra o Miguel del Arco que la dirige en Hamlet, o se ha sentido igual con directores o directoras que no son actores ni actrices?
AW – Obviamente, hay algo en ellos que complementan, porque se ponen en tu lugar con una conciencia y con un conocimiento.
En este caso has nombrado dos personas que me parecen dos grandísimos directores.
A Miguel lo conocía bastante porque he trabajado antes con él. En los tres primeros cortos que hizo y en una función hace algún tiempo, “La madre vigila tus sueños” y ahora en Hamlet. Israel es la primera vez que me dirige. Tanto con uno como con otro, para mí, ha sido un placer el proceso.
AH – ¿Con qué mujeres ha trabajado?
AW – Con Helena Pimenta, Aitana Galán, en cine con Belén Macías, Natalia Mateo, Marta Aledo,… Seguro que se me escaparán algunas.
AH – En general se ve menos a las autoras y directoras ¿a qué cree que se debe? ¿Lo que cuentan no tiene interés?
AW – Yo no lo creo. El machismo ha existido en todas las categorías y el sitio de la mujer siempre ha sido menor con respecto al hombre.
En el sector de la cultura todavía queda mucho por ganar pero no creo que sea premeditado. No creo que se diga mejor hombre que mujer. Por ejemplo, han sido cuatro hombres del Teatro Pavón Kamikaze son los que han puesto en marcha Femenino Plural.
AH – ¿”La voz humana” sería distinta escrita por una mujer y protagonizada por un hombre?
AW – La ha interpretado un hombre. La ha hecho Antonio Dechent. Aunque no la he visto.
Creo que podría hacerla un hombre perfectamente. ¿Por qué no? El sentimiento del amor no tiene género. Igual cambiaría en la forma de expresarlo.
AH – ¿Pero podría decir lo mismo?
AW – Absolutamente. Tendría que ser una persona muy enamorada y muy honesta. Hay mucha honestidad en la mujer que protagoniza la obra. Tan grande como el amor que siente.
Lo último que quiere, porque ya no hay esperanza, por lo menos, que ese amor que ha sentido, esa pasión, ese tiempo, tengan un sentido, que haya sido real, que no haya sido una ilusión. Sino algo digno.
AH – ¿Pero eso lo quiere todo el mundo independientemente del género?
AW – Claro. Exactamente. Por lo que he leído me da la sensación que Cocteau tenía una gran sensibilidad. Que reflexionaba mucho sobre el amor que está muy presente en su vida y en su obra.
Pero no sé que hubiera pasado si esta pieza la hubiera escrito una mujer porque realmente hay cosas muy femeninas. Muy reconocibles de la mujer, en la forma de sentir y de expresarse.
AH – Si la dirigiera una mujer ¿cambiaría?
AW – No lo sé, la verdad. Independientemente del género, sería otro punto de vista.
AH – Ha salido mucho la palabra honestidad en las repuestas ¿cómo de importante es la honestidad para usted tanto en el trabajo como en la vida?
AW – Lo más importante.
AH – ¿Y qué entiende por honestidad?
AW – No es tanto que no te engañen. Si te pones a pensar, por mucho que quieras al que tenemos enfrente, todos alguna mentira hemos dicho para que el otro no se angustie. Mentiras piadosas.
Cuando trabajo, me gustan los directores que si no saben algo, lo dicen abiertamente, y parten de la duda. Eso también es honestidad. Automáticamente, confio.
AH – ¿Es esto trasladable a la vida?
AW – Por supuesto que sí. Te levantas por la mañana y tienes que inventarte la vida. Y para eso, tienes que dudar, elegir y equivocarte. Lo importante, es seguir caminando.
Y a los amigos hay que cuidarlos. Y a la pareja hay que cuidarla. Y las relaciones hay que cuidarlas. Hay que inventarse cosas y huir de las rutinas. Y esto es pensar. Ser honesto. Ser generoso. Y tener también muchas ganas de vivir. Tenemos que ir haciéndonos.
Foto de Vanessa Rabade cedida por el Teatro Pavón Kamikaze.