Un amor de verano, de noche de verano, de noche de julio mejor que de agosto, por la brisa y el vestido nuevo.
Con estrellas iluminando nuestras manos agarradas como niños…
o sal,
con solo sal en las manos,
esa gota de sal azul de Neruda me bastaría como amor de verano.
Cuidar.
Abrigar.
Proteger.
Comprender.
Un “20 de abril del 90” o un “A un minuto de ti” o –esto es, un muy ojalá– un “No puedo vivir sin ti”.
Cantar
mis
sueños –obligatorio–
Esa pasta a la sorrentina o algo con curry rojo picante o algo auténtico: carbonara auténtica, nata montada auténtica, fabada auténtica
y
que no me guste.
Que no me guste para nada.
Incluso odiarlo todo, por saber si sé hacerlo.
Ver que no sé.
Comer
y
agradecer.
Recuperar Kill Bill, la uno,
y el cargador del iphone, el original,
y
la fe en la palabra humana –y ya puestos– en los ensayos contra el cáncer.
Una ventana para mis miopías.
Un café para medir mi tiempo.
Estar contigo en ambos
y
aceite de almendras para luego.
Antes de que acabe el año un fuerte abrazo a los desvelados, a los airados, a los helados, a los desenamorados y sobre todo a mi amado.