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“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”

 

En el sendero un pequeño estudiante, alejado del grupo, permanecía sentado a la sombra de un árbol, cabizbajo y apesadumbrado. Una que se acercaba desde lo lejos captó su atención, era su maestro y mentor. Le sorprendió que no llevase su habitual kimono negro, si no unas ropas holgadas que habitualmente usaba para su meditación, pero se sentía demasiado desanimado para preguntar.

– ¿Por qué no estás con tus compañeros?— preguntó el maestro.
– No puedo entrenar, Shifu. El profesor sólo me dice que me siente y reflexione para curar la mente, pero a mi me duele el brazo, ¡no la cabeza! — se quejó el pequeño.
– Paciencia — dijo el maestro — no todo lo que duele es malo. Agradece tu dolor del mismo modo que agradeces la sombra de este árbol. Nada en este mundo es permanente, todo fluye, está vivo.
– Entonces, ¿debo alegrarme de estar enfermo y dolorido? — replicó el pequeño, algo enojado.
– Forma parte del camino.
– ¿Y qué debo agradecer entonces, maestro?
– ¡La vida! Si sientes dolor es porque estás vivo.

El pequeño se quedó sentado por un largo rato pensando en las palabras del maestro. Aunque no tenía sentido sentirse agradecido por pasar dolor, algo en su interior le decía que debía seguir pensando en ello. Y así lo hizo, al fin y al cabo, en la aldea no tenía mucho más que hacer.

“Alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora”

Pasaron los días y, por fin, una mañana se despertó sin dolor en el brazo. Se quitó el apósito que su guardián le ponía todas las noches y salió corriendo de la habitación.

– ¡Maestro! — gritó emocionado entrando — ¡Ya no me duele! Puedo volver al entrenamiento cuando usted me diga, ¡estoy deseando!
– ¿Y por qué estás tan contento? — sonrió el maestro
– Por… — titubeó — ¡Pues porque ya no me duele!

El maestro se agachó y le miró con compasión enternecido por su inocencia.

– ¿Y ahora? ¿Te sientes ya agradecido por el dolor? — dijo mientras le miraba con ternura—. Sin él, no hubieses podido apreciar su ausencia.

“Si puedes apreciar el milagro que encierra una sola flor, tu vida entera cambiará”

El niño le miró, fascinado, empezaba a comprender.

– Todo en esta vida necesita su opuesto. La vida es equilibrio. Encuéntralo y encontrarás la paz.

El niño asintió y se quedó pensativo unos segundos mientras su mentor se ponía en pie.

– ¿Listo para entrenar? — preguntó el maestro.

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