Eran las diez de la mañana cuando José Rivera huía de las autoridades y del calor infernal que azotaban las zonas mexicanas del sur de los Estados Unidos. Lo hizo en un bar típico de la década de los 30, en uno de esos pueblos desérticos, digno de una película de vaqueros. Cuando de repente entró un gringo, que solo hablaba inglés, con una placa de sheriff brillando en la solapa. Preguntó si alguien sabía dónde se encontraba un tal José Rivera, ladrón de bancos. Un joven señaló, con dedo y barbilla, hacia la esquina de la barra donde el susodicho se encontraba sentado. El gringo se acercó con cautela y le preguntó en inglés:
-¿Es usted José Rivera?
De inmediato se acercó el joven que había señalado para traducir las palabras del sheriff y así continuó haciendo de traductor entre ambos personajes.
-¡Sí, soy yo! ¿y qué? – le contestó Rivera.
A lo que el sheriff replicó, dirigiéndose al joven para que tradujera sus palabras:
-Me encomendaron buscarte para que devuelvas todo el dinero robado durante los últimos asaltos a los bancos y si no me dices dónde se encuentra el dinero escondido, aquí mismo te mato.
El joven repitió palabra por palabra y no tardo en escuchar la respuesta del ladrón de bancos:
– Esta bien. No me deja salida – dijo José Rivera – le voy a decir dónde está el dinero. Prefiero vivir. Saliendo del bar, doble a la derecha y como medio kilometro abajo verá un polvorín detrás de unas ruinas, dentro encontrará todo en diez sacos, están repletos de dinero.
El joven interprete, se puso algo nervioso antes de traducir las palabras del ladrón, y temblorosa la voz le tradujo, como le pareció más conveniente:
– José Rivera dice que, que no le va a decir nada, ni aunque le dispare. Que lo mate si le da la gana
Una pequeña historia, que refleja la crudeza de aquellos que son víctimas de la interpretación interesada de muchos y la desmedida dureza del corazón del que interpreta para su beneficio.
Todos en un momento dado nos hemos visto en los zapatos de ambos personajes y podríamos disertar por largo tiempo sobre ambos roles, sus circunstancias y razones. Sin embargo solo quiero resaltar un aspecto de la historia y es el hecho de que una interpretación acomodada a los intereses del interprete puede destruir en un instante una vida.
Vivimos en una época que pretende definir los deseos y preferencias, validándoles como verdades y derechos sin importar las consecuencias sobre aquellos que se vuelven víctimas, por el único beneficio de sus intereses particulares y todo en aras del amor. No es difícil encontrar casos en que una mujer se vuelve víctima de una interpretación caricaturesca de la verdad, que pretende hacerla objeto de la megalomanía o la erotomanía de un individuo o inclusive de su entorno social, que valida y da características de virtud a conductas que no exaltan el valor de ningún ser humano sino, que más bien, solo afirman el valor desmedido de la satisfacción sexual o de la satisfacción del poder dominar al otro.
El valor intrínseco de la mujer o del ser humano está en la integridad de su ser, y al hablar de integridad me refiero al aspecto indivisible del cuerpo, alma y espíritu de la mujer. Es único y nadie, categóricamente, nadie puede darle mayor valor a tu cuerpo o tu alma de mujer, que tú misma y nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de desvalorarlo con conductas o intereses que solo nacen de la mala interpretación egoísta y caprichosa de un deseo o preferencia. No permitas que el valor de tu ser esté subyugado a la luz de la conveniencia de otro u otros. Es un principio de oro, que al mismo tiempo nos compromete a definir nuestros propios deseos y preferencias en virtud del valor de aquel, a quien hemos decidido dar nuestro amor.
Comienza por descubrir el valor que tienes como mujer, el de tu cuerpo y en la búsqueda descubrirás el misterio del valor de tu ser, podrás ver la verdad. Quien busca la verdad la encuentra y no depende de la paráfrasis desmedida de otros sino de la sinceridad del corazón en medio de nuestra búsqueda. Y una vez comiences a darte cuenta de la realidad, reacciona y camina en un andar íntegro que responda a la verdad que se va develando paso a paso.
Reconocer tu valor sentará las bases para amar y ser amada o para amar y ser amado.
Caminar en la búsqueda de esta verdad es como aquel que se sumerge en el océano y descubre a su paso las maravillas de las profundidades. No te quedes en la orilla contemplando la esplendidez de su superficie, lánzate, se valiente y anda, deja que tu corazón sea transformado y que el perdón que requieres de ti misma produzca en ti nuevos colores y sazones. Veras que ni aún la historia que has vivido, opacará las historias que has de vivir.
Que este 2016 traiga grandes y gratas sorpresas para ti.