Me gusta pensar que llegará un día 8 de marzo (de no sé qué año) en que las mujeres no tengamos que salir a manifestarnos. Que no lo necesitamos porque lo hemos logrado; porque conseguimos la igualdad que tanto tiempo llevamos reclamando. Ojalá. Pero no creo que lo lleguen a ver mis ojos.
Desde la manifestación de la imagen que acompaña este texto hasta nuestros días hemos avanzado. Algo. Poco. Todavía queda demasiado por andar. Y, lo que es peor, por momentos parece que en lugar de avanzar retrocedemos. Y eso asusta. Y no lo podemos permitir. Debemos seguir luchando. Por nosotras. Por nuestras hijas. Por nuestras nietas.
Gracias a muchas mujeres valientes que no quisieron callar y lucharon por nuestros derechos, hoy en día podemos, por ejemplo, ir a votar, correr en maratones, usar pantalones… y cientos de cosas que hoy hacemos con normalidad y hace un siglo (y menos) era impensable. Por eso tenemos que seguir luchando. Para que nuestras sucesoras puedan disfrutar de su libertad, puedan cobrar lo mismo que un hombre por el mismo trabajo desempeñado, puedan ser lo que quieran: directivas, arquitectas, bomberas, fontaneras… Que se las deje de sexualizar. Y, sobre todo, que las consideren iguales; ni más ni menos.
Porque eso es lo que pedimos. El feminismo es eso: Igualdad. No queremos ser más que los hombres, pero tampoco menos. Y hasta que no lo consigamos, no vamos a parar.
Feliz día a todas las mujeres. Y a los hombres que nos comprenden y comparten nuestra reivindicación.