Alexandr Puixkin es uno de los autores principales de la literatura rusa. No hay ninguna duda sobre ello. Influyó durante su corta vida mucho más que la mayoría de sus compañeros coetáneos con trayectorias mucho más extensas y sentó las bases de la literatura rusa actual. El mismo era consciente de su influencia, de su magnetismo como personaje más allá de sus escritos y siempre se consideró responsable de actuar en consecuencia. Consideraba que su legado tanto en vida como tras ella, se basaba en ser un elemento importante para la crítica y denuncia de las injusticias y de las problemáticas sociales y políticas en una sociedad donde el poder no era suficientemente cuestionado.
Su crítica abierta y directa contra los máximos estamentos de poder a pesar de pertenecer a una familia noble con privilegios le puso a menudo en el punto de mira y en situaciones de tensión, siendo varias veces exiliado para intentar detener su influencia. Inteligente y gran estratega, mantenía una gran relación con los grandes círculos literarios y liberales de la época lo que le permitía hablar y publicar sobre temas apenas tratados anteriormente como la libertad o la lucha de clases, a pesar de la censura constante a la que eran sometidas sus obras.
El libro del Prisionero del Cáucaso es un buen ejemplo de ello. Escrito en 1821 durante uno de sus exilios trata sobre su propia experiencia y la sensación que observa de decadencia de los valores y los principios de la juventud, fruto de la represión cultural adquirida.
Estoy entre rejas en húmeda celda.
Criada en cautiverio, un águila joven,
mi triste compaña, batiendo sus alas,
junto a la ventana su pitanza pica.
La pica, la arroja, mira la ventana,
como si pensara lo mismo que yo.
Sus ojos me llaman y su griterío,
y proferir quiere: ¡Alcemos el vuelo!
¡Tú y yo somos libres como el viento, hermana!
Huyamos, es hora, do blanquea entre nubes
la montaña y brilla de azul la marina,
donde paseemos sólo el viento. ..¡y yo!
La trama es un viaje, un recorrido, tanto literal como figurado pues se basa en la idea del viaje de aprendizaje y reflexión: un preso es trasladado tras ser apresado para su juicio y ejecución . De camino a Moscú irá reflexionando sobre su pasado y el aprovechamiento de este. Puixkin trata la decepción por no haber alcanzado los sueños y las metas. Hace una reflexión sobre la lucha por los ideales y los valores. También trata las luchas internas que todo ello conlleva. Romper con lo establecido, tener un pensamiento crítico es un viaje profundo a uno mismo.
Alexandr Puixkin es un poeta romántico pero quizás uno bastante atípico: además de la exaltación de los sentimientos y las introspección, en sus poemas hay un gran realismo, una claridad y agarre a lo que sucedía. Esto actualmente es muy habitual pero no así en el siglo XIX.
Cuando cesa el estrépito del día en torno al hombre,
y a las mudas calles del pueblo,
clarísima, desciende la sombra de la noche;
cuando el sueño premia el trabajo;
entonces vivo horas amargas de vigilia
que se consumen en silencio.
En la nocturna paz, en mi interior se agita
íntima sierpe de la culpa;
y los sueños rebullen; y a la mente abatida
por la pena viene el dolor.
Ante mí, lentamente, la callada memoria
despliega su largo pergamino;
y al leer en él con asco aquello que yo he sido,
maldigo todo y me estremezco
y amargamente lloro y amargamente gimo,
mas no borro las tristes líneas.
Tanta era su influencia que pese a ser una clara amenaza en el régimen zarista, Nicolás I prefirió tratar de tenerlo a su favor como censor y protector, buscando sin duda que fuera juzgado y desmitificado por las facciones más críticas de sus seguidores. Sin embargo, su vida y su muerte abrupta en un duelo, solo hizo crear aún más el mito y la idea del poeta romántico que se suele tener aún en mente.
Luchó siempre desde la poesía y sus intervenciones en la esfera social y política por el compromiso: hacia el pueblo ruso, hacia la identidad de su obra y por la realidad social. Denunció duramente las leyes dictatoriales, el poder absoluto del zar, las represiones contra los grupos contrarios. Habla de libertad, de cambio, de esperanza y también de los derechos de las minorías en una época en la que eso era un escándalo. Se sentía poeta y visionario . También soldado defendiendo estos ideales. De hecho, en varias de sus obras recuerda a sus amigos exiliados y encarcelados.
Su mensaje nos llega hoy igual de claro. Actualmente también estamos inmersos en una sociedad confusa, a veces contradictoria que adiestra y busca someter la conciencia, no ya a la fuerza y con leyes férreas , pero si mediante el discurso del miedo: el miedo a perder libertades, el miedo a poner en riesgo los beneficios y el bienestar. De esta forma vivimos anestesiados y dependientes del “estado del bienestar”, una idea que solo es real para unos pocos pero que se nos pregona como un maná para todos…si seguimos los normas.
Han cambios los términos pero la situación se perpetúa. Sigue, por tanto, siendo importante coger la responsabilidad persona de cambiar la realidad. La fuerza individual para los cambios colectivos. Alzar la voz, criticar al sistema puede ser un poco más sencillo hoy con otras armas a nuestro alcance: el pensamiento crítico, la solidaridad, la formación, la capacidad de difusión y acción social…
Hoy en día no se trata ya de derrocar solo el sistema sino empezar a crear un legado para todos. La cultura sigue siendo un medio para el fin de la mejora social.