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Amar no es siempre a una persona

Desde el primer día que subí a una, he sentido pasión por la montaña. Ir con gente. Poca. Selecta. Aquellos que saben apreciar lo mismo que yo. Aquellos que buscan una soledad acompañada. Un camino que lleva a estar durante unos minutos sólo contemplando la maravilla que es ver un dibujo real, no sobre papel y que se queda para siempre grabado en mi retina. Ver las cumbres recortadas, unas al lado de las otras. Hermanadas en silencio. Cercanas al ojo. Separadas,por mucha distancia, de mis pies.

La primera vez que subí a una montaña fue en Ull de Ter, el Gra de Fajol. Alguien en el refugio me dijo. ”Subirás, y una vez allí, sentirás cosas,  o te gustará mucho o no te gustará nada.” y quedamos en que al llegar arriba comentaríamos mis sensaciones. Subimos por una canal  de nieve y hielo y mientras iba subiendo, sólo pensaba en el frío que tenía en  los pies, en que la nariz no la sentía. Intentaba centrar los pensamientos en lo que había aprendido en el curso. Si la cuerda estaba bien, si ponía el friend correctamente, si el nudo lo estaba haciendo como me habían enseñado, si me tenía que quedar quieta esperando a que subieran otros mientras yo me quedaba allí colgada sin ver más que sombras azules frías. Tardamos más de dos horas en subir. Alcancé la cima del pequeño gran Gra de Fajol, asomé mi cabeza, y el sol me dio de lleno en la cara. Nos acercamos a unas piedras y nos sentamos allí en silencio.

Aún hoy, después de más de 10 años, no sé cómo explicar mis sentimientos en aquellos minutos. Girar 360 grados, sobre mis talones  lentamente y ver aquellos pequeños pasteles de merengue me hizo sentir, por encima de cualquier otra cosa, admiración por la artista. Esa escultora insuperable llamada Naturaleza, y sus magníficas obras de arte que se mantienen inamovibles delante de nuestros ojos.

Y me sentí pequeña, insignificante. Y más aún, insignificantes todos los problemas que en aquel momento inundaban mi vida. Por un momento quedaron relegados y tuvieron su justa importancia. Sólo estaba yo y aquella visión magnífica. El silencio, abrumador. La soledad, necesaria. No conseguí explicar cómo me sentía. Amé la sensación y el entorno desde el primer minuto. Y el amor es difícil de explicar, sea cual sea la forma en que se presente. Ocurre. Se siente. Así fue como traté de explicarlo. Eso fue lo que dije y hoy mantengo.

“Siento que no hay mejor sitio para mí, que éste”.   

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