Cuando voy a una charla de alguna persona excepcional que lucha por una causa difícil o casi imposible, como la paz mundial, me causa gran admiración.
Lo que más me impresiona es la determinación de estas personas, su tenacidad y pasión ante un objetivo que seguramente no verán cumplido en sus años de vida. Y como ante adversidades, los reveses y una meta casi imposible, ellos siguen siendo luchadores imperturbables.
La gente que lucha por esos objetivos son los que abren camino para que algún día puedan ser alcanzados. Si nadie luchara por la paz mundial, por erradicar el hambre en el mundo, por la igualdad de género… nunca avanzaríamos en esas direcciones.
Lo curioso es que, aunque parezca lo contrario, el motor de estas personas no es conseguir el objetivo en sí mismo, el motor es que no pueden vivir siendo algo distinto a lo que son. Se lo deben a ellas mismas. Lo hacen por ellas mismas.
Y entonces pienso que lo importante es que estas personas están viviendo según sus VALORES, según lo que para ellas es correcto y esa es motivación suficiente.
No se si algún día Mandela o Ghandi pensaron que conseguirían lo que consiguieron, yo creo que “simplemente” lo hacían porque no podían hacer otra cosa. Sí, tenían un objetivo, pero ese objetivo no era su motivación, de lo contrario nunca lo hubieran intentado. En el momento en el que ellos empezaron su “lucha”, acabar con el Apartheid o la independencia de la India, se veía como imposible e inalcanzable. Lo hicieron porque era lo que tenían que hacer, porque era lo correcto, porque lo importante era vivir la vida según sus convicciones, les llevaran a donde les llevaran.
Esto me lleva a pensar que no deberíamos movernos por objetivos, deberíamos movernos por lo que somos. Si nos movemos por objetivos siempre tendremos la excusa de no hacer nada, especialmente con los difícilmente alcanzables. Y no solo me refiero a los grandes objetivos mundiales sino también a tus pequeños retos diarios, estilo “para que voy a aprender a tocar la guitarra si nunca seré Paco de Lucía o nunca ganaré dinero con ello”, “para que voy a ir a esa manifestación si las cosas no van a cambiar”. Te animo a que cambies el diálogo por “voy a tocar la guitarra porque lo disfruto”, “voy a la manifestación porque uno de mis valores es el compromiso social y me siento bien haciéndolo”. Cambia mucho la cosa, ¿no?
Dejar de tener que conseguir un objetivo nos libera y nos da autenticidad, vivimos más acorde a lo que somos. Si los logros llegan ¡estupendo! y si no, habremos vivido una vida con sentido, disfrutando del camino. ¡Qué mayor éxito que ese!
Asi que, ¿qué te dicta tu ser? ¿cuáles son tus valores? ¿cómo quieres vivir tu vida? Da igual si consigues llegar a la meta, lo haces por ti, no por nadie, ni por nada, lo haces porque para ti es lo correcto, porque te hace sentir bien, porque te divierte, porque te llena… y eso es motivación mas que suficiente.