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¿Amores no correspondidos o amores cobardes?

Con el tiempo he aprendido que en la vida es mejor arriesgarse a perder que quedarse con la duda. No sé muy bien por qué cuando somos muy jóvenes, e inexpertos en asuntos amorosos, no nos atrevemos a decir claramente lo que sentimos. Supongo que esto no le pasa a todo el mundo. Hay personas que sí se lanzan y prefieren un rechazo a no saber si la otra persona está interesada en ellos. Pero estoy convencida de que a más de uno nos ha pasado lo primero. De repente, un día, te ilusionas con alguien a quien no conoces: esa chica con la que coincides en la parada del autobús todos los días, ese chico que te sirve las copas en el pub que frecuentas los fines de semana, etc. Cada vez que os veis se cruzan vuestras miradas y alguna que otra sonrisa y tú sientes esas mariposas en el estómago. Y entonces, sientes que a él (o ella) también le interesas o, al menos, no le eres indiferente. Y, por casualidad, un día os presentáis y cada vez que os veis entabláis una breve conversación, pero ninguno se atreve a pedir el teléfono del otro. Y descubres que además, es agradable, simpático, parece buen chico. El caso es que en cada encuentro, tu ilusión crece y observas ciertas señales que parece que te indican que sí…, ¿o no? Uf, no sé… Una de cal y otra de arena, pero tú ya estás coladita por él, aunque apenas lo conozcas, ja, ja, ja. Y lo peor es que sufres por esa situación, porque tú sabes cuáles son tus sentimientos y lo que te pasa es que te mueres de vergüenza de solo pensar en plantarte delante de él y hablarle claro. Pero no sabes con certeza lo que él siente por ti y empiezas a pensar que si no te dice nada es porque le pasa lo mismo que a ti o, quizá, no le gustas como creías. Y un buen día dejas de encontrártelo y ya no os volvéis a ver. Y pasan los años y tú haces tu vida, te enamoras de otra persona y esta vez comienzas una relación. Y, de pronto, una canción, un perfume, una cita, un poema, te recuerda a esa persona. Y te preguntas ¿qué pasó? o mejor dicho ¿qué hubiera pasado si me hubiera atrevido? Tal vez, me habría dicho que sí y hubiera sido bonito. Ahora eres feliz con tu pareja y ya no sientes nada por aquel chico, pero no puedes evitar recordarlo con cariño y sentir un vacío, una espinita clavada. Y la duda te sacude el corazón porque fue especial para ti aunque no fuera nada y, al mismo tiempo, lo fuera todo. Y porque, como dice Sabina, no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca sucedió.

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