En los últimos años, por desgracia no muy buenos para mí, mi refugio han sido las personas, los libros, la escritura y la música. Me sirven de terapia porque cada uno, a su manera, me aporta la paz y la alegría que necesito en cada momento. Escribiendo descargo mis pensamientos y mis sentimientos, a veces tormentosos. Cuando leo, me pierdo por esos mundos maravillosos creados por auténticos artistas y así consigo evadirme de mi gris realidad. La música, unas veces alegre, otras nostálgica, me contagia ese sentimiento pero siempre me aporta algo bueno. Y las personas que quiero, imprescindibles para mí, siempre tienen una sonrisa y una palabra de aliento para hacerme ver que la vida duele, pero también es maravillosa. El título del post es el de una canción que, últimamente, no dejo de escuchar. Es de Manuel Carrasco, uno de mis artistas favoritos. Me gusta porque en muchas de sus letras hay mensajes positivos. Y yo me dejo llevar y pienso que, aunque pasemos por momentos difíciles, siempre sale el sol. Sólo se trata de aprender a luchar contra la tempestad o como dice la canción: “y cuando sople el huracán, toma mi mano y sin hablar. Veras cómo escapar, cómo bailar el viento…” Tengo, además, la gran suerte de tener ese compañero de viaje que es fuerte por los dos y lucha cada día por verme sonreír, a pesar de su sufrimiento. Y me tiende su mano y me ayuda a levantarme, tras cada caída. “Y si nos quiebra el huracán, te besaré, me besarás… salvándonos y así poder bailar el viento.”
“Bailar el viento”
