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A propósito de Intenciones

Una vez más por esas fechas, por alguna para ella aún– sorprendente razón, parecía invadir a todos un espíritu conciliador que les empujaba a derrochar buenas pretensiones, atrapados por una especie de alter ego de la moral y el buen hacer.

Por unos días todos ponían a airear sus conciencias, para que ventilaran tal vez el olor a cerrado, y extendían su mejor versión de ellos mismos, en forma de felicitaciones, deseos, y demás intenciones de buen cristiano. Y por unos días también, todos parecían creerlo; lo propio y lo ajeno. En un espejismo casi de lo que podría llegar a ser, de ser así el resto del año, sin importar si nieva, luzca el sol o llueva.

Está bien, está muy bien… “- pensó. -“Pues en ese‘ todos’, también nos contagiamos hasta los más escépticos o críticos.-“

Ya se habían marchado todos a casa. Ese era uno de esos días en los que desde primera hora de la mañana todo el mundo parecía estar ya inaugurando las vacaciones. Uno de esos en los que hay un extraño y contagioso nerviosismo en el aire que rezuma un indescriptible optimismo.

Decidió quedarse un rato más. Le gustaba quedarse a solas en la oficina. Le reconciliaba con el resto de la semana, ese pequeño premio de inadecuado sosiego en el despacho.

Buscó en sus bandejas alguna carpeta con folios… Un bien casi escaso, en una rutina en la que la comunicación latía en teclas y se medía en caracteres. Pero ella siempre tenía. Guardaba celosa cualquier papel. Inundada por ese romántico “por si acaso” con el que coleccionamos objetos, o llenamos maletas, ella ordenaba en sus cajones libretas, hojas y hasta papeles reciclados de la impresora que reconvertía con meticulosa paciencia en bloc de notas.

Dobló uno por la mitad.Siempre lo hacía. Tal vez porque eso le ayudaba a burlar el vertiginoso abismo de un espacio en blanco.

Y empezó a escribir. A transcribir todo lo que llevaba horas redactando en su cabeza. En un ejercicio acrobático de ensayo y error, adelante y atrás… buscando las palabras adecuadas.

“(..) Así que valga este breve espacio-tiempo que nos concedemos mutuamente, para desearte lo mejor. Hoy, arrastrada por esta inercia colectiva, y cada uno de los días que tienen que venir. Que sin importar lo que estos traigan, no olvides nunca que serán días con un principio y con un fin. Para bien y para mal. Para vivir intensamente lo bueno que te regalen, y para relativizar la eternidad que nos parece  lo malo.

Si esto fuera una carta de deseos, y aún creyera que los Reyes Magos existen, pediría tantas cosas… o tal vez no. Tal vez pediría sólo un par o tres. Si pudiera cerrar los ojos y revivir esa mágica fe que alberga en la mirada  de un niño, para creer que con sólo desearlo (y un poquito de voluntad) las cosas pueden ocurrir…

¡Voy a intentarlo!

Voy a cerrar los ojos y desear con todas mis fuerzas… Y que los instantes que dure el deseo de desear alimenten la intención el resto del año.

Deseo que no te falta salud. Sí, lo sé, suena casi a frase hecha, pero sólo cuando nos falta sabemos el valor que tiene. Y sí, con salud (casi) todo lo demás podrás lograrlo. Deseo que tengas fuerzas, para luchar, para comprender, para resistir, para desear. Deseo que aprendas cada día de este nuevo año, aunque sea un poquito. Deseo que desaprendas lo necesario, para renovarte, para despojarte de prejuicios y miedos. Deseo que enseñes a alguien alguna vez algo. Deseo que te dejes enseñar. Deseo que tengas motivos para hacer todo lo que te acabo de desear.

Deseo que halles razones a diario. Deseo que puedas sonreír mínimo una vez al día, si son quinientas mejor que mejor, dónde va a parar!

Deseo que tengas criterio para que tu libertad sea una conquista y una victoria diaria por igual. Deseo que puedas decir ‘te quiero’ tantas veces y de tantos modos como callas. Y si es a quinientas personas… ya sabes: dónde va a parar! Deseo que las lágrimas no las evites, porque limpian, y que me prometas que una vez te hayas vaciado volverás a llenarte de risas y de todo lo demás. Deseo que la tristeza sólo sea el pretexto para anidar después la mayor de las alegrías. Deseo que tengas siempre con quien compartir todo lo que te acabo de desear

Deseo poder verte más a menudo. O al menos siempre y cuando tú creas que es necesario. Deseo que sepas que estoy aquí. Deseo que no te falten los abrazos. Deseo que te falte más bien tiempo para darlos… y se te acumule el trabajo! Deseo que no dejes de soñar, porque sólo desde los sueños podrás construir tu realidad. Deseo acortar distancias y ganar silencios.

Deseo que leas todo esto y leas también lo que aquí no está. Porque no todo puedo decirlo; aunque lo desee igual…

Deseo que nunca dejes de desear.

***

No apostilló con ninguna otra firma que ese punto y final que en su voz retumbó como un indefinido punto suspensivo. Y dobló una vez más el folio.

Levantó la vista, como si alzara el vuelo, mientras guardaba su carta y sus deseos en el bolsillo de la chatequeta. Cerró la sesión. Colocó con rítmica rutina los bolígrafos en el lapicero. Arrastró la silla. Apagó las luces. Cerró la puerta.

Por el pasillo que le llevaba a la salida, consultó el móvil, para confirmar que aún llegaría a tiempo a la cena, y que la idea de haber pasado horas hubiera sido solo una sensación. Agilizó el paso. Ya no había nadie y se había hecho tarde.

Siguió leyendo mensajes y notificaciones en su móvil, mientras salía.

***

Empezaba a amanecer cuando el guarda de seguridad daba su última ronda al edificio, para comprobar que todo estaba bien, antes de acabar su turno. Un primer rayo de incipiente luz iluminó algo en el pasillo, se adelantó unos pasos para agacharse a cogerlo, cuando vio un papel doblado en el suelo.

Fragmento de “Balcones Ajenos

A propósito de Intenciones

Ilustración de Cecilia Gañán

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