La verdad a menudo ofende, la sinceridad suele convertirse en radicalismo y la sociedad en la mayor parte de los casos es una construcción de apariencias y formalismos para calmar la mente pensando que somos mejores de lo que en realidad somos. Sin duda, Charles Bukowski estaría de acuerdo con estas afirmaciones. No era una persona negativa, ni siquiera odiaba la sociedad, una sociedad con la que colaboraba siempre y que pudiera satisfacer sus objetivos, pero la despreciaba y no tenía ninguna esperanza en ella.
Bukowski es uno de los escritores más influyentes de la literatura americana del siglo XX, muchos conocen su nombre y han leído repetidamente alguna frase aunque no hayan leído los libros que escribió. Otros muchos los han comprado y leído tanto para criticarle o juzgarle como para admirarle incondicionalmente. En ningún caso su literatura hace quedar indiferente. Muchos obvian en hecho que un escritor tan internacional pasó la mayoría de su vida sin escribir y trabajando en otros campos para sobrevivir. Tampoco que quizás no se daba a sí mismo la importancia que luego le han dado sus lectores. Él era de esos autores que escribía con la intención de autosatisfacerse y la agradable sensación de hacerlo libremente.
Bukoswski es uno de los mayores representantes de la literatura independiente, del realismo sucio, una forma de literatura minimalista en la que se busca simplificar la escritura en sus bases. Se busca un lenguaje sobrio, preciso, sin florituras, breve en palabras y directo, sin caer excesivamente en la descripción. El escritor introduce el contexto y deja al lector la libertad de dar sentido a su obra.
Y a pesar de ello, parece que Bukowski pone su impronta y hace calar cada palabra, removiendo al lector con sus personajes mediocres y soeces, sus situaciones urbanas y la decadencia que el mismo vivió.
Fue un autor que se desencantó pronto del sistema editorial y de publicación de la época y durante un tiempo dejó de lado su vertiente como escritor. En realidad algunos amigos serían los que le rescataron y le animaron a seguir, los que le apoyaron y hicieron de su obra la literatura de culto que estaba destinada a ser. Eligió ser escritor de forma tardía, pasados los 50, aceptando vivir miserablemente pero escribiendo como quería. Criticó todo y a todos, sobre todo el narcisismo y la prepotencia de sus compañeros escritores. Por supuesto su estilo fue considerado soez, exhibicionista. Otros alabaron sin embargo su autenticidad ya que si algo es la sociedad actual es un acto exhibicionista donde no existe aquello que no se muestra de forma masiva y sin pudor. Solo que él lo hizo décadas antes de estar de moda con las palabras, golpeando a la sociedad políticamente correcta con sus sentencias.
Bukowski repele y seduce a partes iguales. Su obra se vende hoy aún más que antes, su mensaje crítico y devastador parece actualmente más necesario y atractivo pues nos permite reflexionar sobre la individualidad y la necesidad de estar siempre observado y reforzado por la opinión ajena, la búsqueda de lo elitista y él éxito a cualquier precio.
Sin duda, Bukowski habría escupido ante una sociedad dominada por la redes y los programas de entretenimiento actuales y habría sonreído por la ingenuidad de la sordidez maquillada que muestra.
Él era su personaje y su personaje era exclusivamente él. No buscó nunca agradar. Solo ser libre para expresarse. Radical, machista y autodestructivo pero sincero ante su postura. Libertad sin arrepentimientos. Nos enseña que lo esencial es decidir conscientemente aquello a defender, no dejarse arrastrar por la influencia social, por las convicciones de los demás. Estemos de acuerdo o no.