Me enseñaron que me debía tapar, que una “BUENA CHICA” no debe mostrar si algo malo quiere evitar.
Pensar qué ropa vestir, para poco provocativa lucir y así miradas lujuriosas no sentir, eran cosa del día a día antes de mi casa partir.
Y aún así, no pude evitar, que manos sin permiso mi cuerpo decidieran palpar, manos que frente a mis reclamos no hicieron más que gestos obscenos exteriorizar e insultos y frases peyorativas vociferar.
Peor aún, manos que por primera vez me decidieron rozar a tan corta edad, que en ese momento mi poca capacidad de razonar, no hacía más que el asco en mi piel impregnar sin lograr procesar, optando sólo por llorar.
Por eso desde pequeña empecé a comprender que con mi cuerpo nadie se puede meter y a él aprendí a proteger y defender, aunque eso me cueste las miradas desconcertadas de la gente, que quedarse callada sin hacer nada prefiere.
Vivir con temor y salir a la calle con miedo no merecemos. Tener que cruzar la acera para alaridos libidinosos no escuchar y sentirnos obligadas a dichosas estar, porque un cumplido ellos nos dicen dar, no es la manera en la que nuestros días debemos pasar.
El miedo, la culpa y la vergüenza ya se adueñaron de mí, pero ahora ya saben que sin dueños me gusta vivir. Y si actualmente “CHICA MALA” me quieres llamar, sólo te digo que en mi libertad, YO DECIDO LA VIDA QUE QUIERO LLEVAR.