Este septiembre han sucedido cosas en el trabajo que han acelerado algo que quizás ya se estaba cociendo en el interior de ciertas personas. La pandemia quizás haya sido otro acelerador. Esto son apreciaciones, los “quizás”. Lo que es cierto, el hecho, es que se inicia un nuevo proyecto y no cuentan conmigo.
Puedo hacer dos cosas: lo acepto o me resisto. En ambos casos tengo que asumir mi decisión y tomarla en coherencia con quien soy, con mis sentimientos, con mis emociones. Ser dos personas, la que soy y la que quiero ser no me funciona, me hace daño.
Resistirme cruza mis límites, que últimamente son sagrados. Tratar de estar donde no me quieren no tiene sentido para mí. Sé que no es personal contra mí. Es personal para sus “personas”, de los demás, de los que no me aceptan. ¿Sus motivos? No me importan, de hecho, pensar en ellos es lo que me duele, pero me “hago” darme cuenta de que solo es lo que “yo creo”. En realidad, no sé sus “porqués”. No, no me los han dicho y eso aún dispara más mi imaginación que tengo que calmar.
Aceptarlo me da alas para hacer otras cosas. Lo que ocurre al aceptar es que yo soy la que mueve ficha. Busco otras actividades para brillar, no me anclo en lo que escapa de mí. Escribir esto me ayuda.
Para aceptar lo primero que he hecho es sufrir (es instantáneo). Darme cuenta del hecho de que no me quieran para ese proyecto en el que yo creo que tengo mucho que aportar. Luego me doy cuenta de que eso no disminuye lo que valgo. Por lo tanto… dejo de sufrir (no es instantáneo) y pongo mi atención en lo que, si ME demuestra lo que valgo, que en ningún caso depende de la aceptación de los demás.
Lo segundo que hago es mirarME de otra forma. Me doy cuenta de que la película me la monto yo. Que no me quieran en el proyecto es un hecho, pero los porqués solo están dentro de mi cabeza. Así que, en vez de ver a las personas con enfado, con rabia, los miro sin más. Veo oportunidades laborales que perderán, pero esa no es mi responsabilidad, es la de ellos, mis jefes.
Eso siempre me ha funcionado. Me contesto a esta pregunta, ¿es mi responsabilidad? Una parte en ocasiones es mía y otras veces no, como es el caso. Cuando es no, fijo mi atención en otra cosa y enfoco hacia otro lado, el lado en el que la decisión está en mi mano. Cuando quito mi atención a eso que me duele, le quito el poder de hacerme daño.
Me funciona en el trabajo, que es lo que ha ocurrido esta semana, y en la vida en general.
Con amor, Susana