fbpx

Cumplir sueños

<< Si lo deseas con todas tus fuerzas, lo conseguirás >>

<< Los sueños siempre se cumplen >>

Qué bien suenan estas frases … si fuesen ciertas. Porque el jarro de agua fría que es la realidad nos hace comprender que no siempre es así. Ojalá lo fuese. Y no quiero ser aguafiestas ni pesimista. Al contrario, procuro que el optimismo esté presente en mi día a día. Y soy de esas personas soñadoras, que sueñan mucho, que sueñan alto y que creen que los sueños (muchos) algún día se pueden hacer realidad.  

Y soñar es maravilloso. Es bueno. Es sano. Y creo que también, por qué no, imprescindible. Intentar alcanzar nuestros sueños es una de las mejores metas que nos podemos imponer en nuestras vidas. Tiene una función vital. Es una parte primordial de nuestro motor. 

El problema llega cuando nos damos cuenta de que algunos sueños no dependen de nosotros; de hecho, nada podemos hacer al respecto. Y ahí radica el quid de la cuestión. Podemos escoger dos caminos (esto sí está en nuestras manos): frustrarnos para siempre por no haber podido cumplir un sueño o entender que a veces no es posible, pero seguir soñando. Yo me quedo con el segundo. Pero no por ello hay que perder la perspectiva de la realidad.

Cuando somos niños creemos que todo es posible. Creemos en la magia. Y creemos en nosotros; no tenemos límites. Pero ¿en qué momento hacemos la transición? ¿a qué edad nos hacemos conscientes de que no todo es posible? Sería maravilloso no descubrirlo nunca. Pero dejarnos engañar sería cruel.

Recuerdo a mi hija con cuatro años diciéndome, feliz, que los sueños siempre se cumplen, que ella deseaba un determinado juguete y los Reyes Magos se lo habían traído, que había pedido tener un hermanito y yo me había quedado embarazada, que quería que su hermanito fuese una niña y, efectivamente, lo sería. No podía imaginar que todo eso poco tenía que ver con que ella lo pidiese y lo desease con fuerza. No tenía poderes. Así que cuando su hermanita murió y yo supe que, definitivamente, no iba a tener más hijos, sentí la obligación moral de explicarle que los sueños no siempre pueden hacerse realidad, pero no por ello uno debe dejar de soñar; que en la vida unas veces se gana y otras se pierde, pero lo importante es disfrutar mientras se juega.

Volemos. Soñemos. No nos cortemos las alas, pero no pretendamos vivir permanentemente en el cielo. Dejemos que la vida nos dé, de vez en cuando, una bofetada, pero tornémosla en caricia y sigamos soñando.

 

BUSCAR