La mala educación heredada, el victimismo constante en el que se sumen muchos, la falta de sentido común que justifica lo injustificable, va convirtiendo a la persona en un ser insensible.
La constante manipulación de hechos y sentimientos atrofia la percepción y no deja ver la verdadera naturaleza de nuestros actos. Arreglarse el mundo interior debiera ser una constante en nuestras vidas, ya que no es posible mantener una aptitud nada saludable para nuestra salud mental, quien a la corta o a la larga nos pasará factura.
Hay que desaprender los malos hábitos que como herencia traemos, el mundo ha evolucionado y el ser humano debe hacerlo también. Hay que dejar hablar al alma, hay que quitar las mordazas culturales heredadas que nos impiden manifestarnos y crecer.
Quién amuralla y amordaza el alma va andar por este mundo como incompleto. En cosas del alma y del corazón, es un sinsentido filtrar desde la razón, que no conoce de emociones, sino de frialdad y pragmatismo.