Dicen que caí.
Que perdí las fuerzas,
el aliento que orientaba mi rumbo
y descendí a una oscuridad,
creada en la más profunda de mis ensoñaciones.
Lo reconozco,
sentí flaquear mis fuerzas,
perder pie y crujir mis huesos.
Cuando me di cuenta,
nada fue capaz de sujetarme
y sentí vaciarse mis pulmones,
detenerse el músculo sangrante
dentro de mi pecho.
Los golpes más duros,
toman forma un tiempo después.
Han arañado tan profundo,
con tanta rabia, que es difícil
volver a moverse y arriesgar para la subida.
Tentando en negro profundo,
asciendo ahora,
con el miedo de resbalar de nuevo
cosido a la memoria.
Admito, reconozco que olvidé mi valía
y acaricié la posibilidad de rendirme,
lo siento.
Ahora subo, paso a paso,
luchando por salir a un sol,
confiando notarlo aún más brillante.
Cómo todo lo que alguna vez se ha perdido
y vuelve a uno mismo,
como un anhelo.