Por fin diviso tierra.
El huracán rompió las velas del catamarán, un rayo explotó los circuitos eléctricos y me dejó incomunicada.
No tengo conciencia de mi posición en el hemisferio Sur.
Sin combustible, a la deriva, sobrevivo con jareas, verduras deshidratadas y almendras rancias.
Hurgo la basura para hacer sopa con restos de carnada y el agua de lluvia que recojo en baldes.
Me miro al espejo, me palpo la ropa, todo resbala…
El aura me huele a salitre.
El vello se ha transformado en escamas.
Me observan dos gaviotas en cubierta.
Una voz por fuera de mí pregunta: ¿quién eres?
Ningún ser humano es testigo.
(A María en el Bernard, Mar Caribe)
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Ilustración de Cheres Espinosa La náufraga