Siempre digo que me gustan las mañanas de los sábados. Si te levantas temprano, el mundo duerme y la promesa de un nuevo día equivale a la de un microuniverso que aún está entero para ti. A medida que pasan las horas, las energías son otras y, en la mayoría de las ocasiones, cuando llega la noche apenas sobrevives. Enfín, será cosa de las personas alondras, que emprenden el vuelo temprano. Por eso, entre mis frases favoritas del atardecer, cuando los problemas se me antojan más insalvables y las esperanzas más oscuras,está la de “mañana será otro día”. Porque en esas primeras horas, cuando la luz del sol solo se adivina a través de una luna que se resiste a ceder su puesto, todo parece más fácil.
Salto de la cama despacio, enciendo la radio a bajo volumen y espero el olor que desprende la cafetera que me espera fiel cada mañana. Tras el primer sorbo voy pensando qué hacer con la vida, no sin antes echar un ojo a mi otra gran pasión actual: Internet.
A la par que en la radio hablan de cine mientras cocinan las primeras noticias de los informativos, en algunas revistas digitales nos cuentan el enésimo capítulo de Terelu -con la que dicho sea de paso comparto generación pero no mamá famosa ni otros status- La ya cincuentañera dice que se siente gorda y fea; todo lo contrario a su progenitora que, con unos cuantos años más, luce joven y delgada en las portadas de las revistas más finas, y vive una historia de amor tardío. Lo que viene a confirmar, para consuelo de much@s, que nunca es tarde si la dicha es buena. Un dicho también ratificado por la novela a tamaño real que están escribiendo el Premio Nobel y la reina de corazones, que preparan una Navidad de postal, al menos desde el escaparate del papel cuché. Y es que ya pueden descubrir una nueva vacuna, aprobar una ley decisiva para nuestras vidas o escribir el mejor de los poemas, que nada de esto le hace sombra a una historia de amor, de desamor o de algo parecido. También Bertín Osborne se asoma a las portadas de las revistas que asimismo miré de refilón en el kiosko que me pilla de paso todas las mañanas. Pienso a propósito del cantantepresentadorempresario que en el mundo de los políticos ya nada es lo mismo desde que el autor de “lo que cambié por ti” decidiera invitarlos a su casa. Allí podemos ver que son humanos. El galán de los ojos azules exalta sus llanezas de tal forma que,cuando acaba el programa, uno tiene la sensación de que al día siguiente uno podría tomar un café con ellos como si los conociese de toda la vida. De leyes, economía, corrupción y demás ya hablarán en otros sitios. Total, todo es un teatro, porque los hechos son tozudos y no se pueden arreglar los desaguisados con cuatro mítines y una conversación campechana. Hablando de desastres, vaya carnaza que tiene ahora la cadena de Sálvame con la historia de Belén Esteban y su representante Toño Sanchís. ¿Que pensábamos que nada podía ir a peor en el mundo del subcorazón?. Pues toma vuelta de tuerca y a subir audiencias, que necesitamos evasiones, aún cuando no tengan nada que ver con nuestros principios más básicos.
Mientras intento no hacer ruido por la cocina, miro por la ventana el centro comercial de enfrente ya iluminado para una nueva Navidad y pienso qué podría pedir a los Reyes Magos, en caso de existir-existe aquello en lo que uno cree de verdad le decía siempre a mis hijos cuando me preguntaban por la existencia de la magia navideña-. Llego a la conclusión de que no deseo nada especial. Lo que quiero ya lo tengo, lo que no puede ser es imposible y los que se compra con dinero no hace la felicidad, a la vista de los hechos.
Disfrutad de estos días distintos; mezcla de promesas electorales, ambiente prenavideño e inviernos que no acaban de llegar…