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El regalo

Hacía ya un par de días que el cartero le había traído el paquete. Con él venía una carta en la que le decía expresamente que no podía abrirlo hasta el día de Reyes, porque era su regalo. Le estaba costando, pero prometió no hacerlo y mantendría su promesa. Lo había colocado bajo el árbol y cada día lo miraba con intriga.

¿Qué sería? ¿Un libro? No. La caja apenas pesaba. Era muy liviana. Un pañuelo de seda, quizá. No. Tampoco. Sería un regalo sin sentido sabiendo que no usaba pañuelos. La curiosidad la estaba matando. Menos mal que ya solo faltaban dos días para poder descubrir lo que aquella caja escondía.

Y por fin llegó tan esperado día. Aun así, a pesar de que llevaba días deseándolo, se levantó tarde. Se preparó su café y solo después de tomarlo se acercó a la sala y recordó el paquete bajo el árbol. Sonrió y fue directa a abrirlo. Bajo el envoltorio había una caja de cartón, que a su vez contenía otra más pequeña. En medio, un montón de papeles arrugados. Y dentro de aquella otra caja había un sobre. Un sobre dorado que ponía “Ábreme”. No lo abrió con cuidado. Lo rasgó sin remordimientos. Con urgencia. Dentro, una simple nota que decía “Mira por la ventana”.

Por un momento, se quedó inmóvil, leyendo y releyendo aquella orden. Luego se levantó de un salto. Corrió a la ventana, apartó la cortina y allí estaba. En la acera de enfrente, sentado en el banco al lado del quiosco, él dormitaba apoyado en su maleta. A saber cuántas horas llevaba allí esperando a que ella abriese su regalo…

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